domingo, octubre 28, 2007

Domingo de Herodes


Starbucks me gusta. Es un buen lugar para sentarse horas y horas con un café, el ordenador o un libro. Nadie te trae la cuenta como forma disimulada de echarte, ni se te mira mal si gastas poco y te quedas mucho. Pero: tiene un gran pero. Los domingos por la tarde parece la sala de fiestas Tricolín. Para quienes no sabe de la referencia, explico: Tricolín era una sala de fiestas que quedaba en Moravia (San José, Costa Rica) en la que se hacían actividades para niños, fiestas de fin de curso, cumpleaños, etc. Así, hoy vimos desfilar a tantos chiquitos malcriados que mi amor por los peques se vio en peligro de extinción.

El problema, en realidad, no son los chiquitos si no los papás. Es evidente que los llevan ahí porque así pueden hacerse los locos mientras los enanos corren, gritan, se asoman a las pantallas ajenas… es como el campo de juegos donde ellos de paso pueden saborear un café.

Pero hay cosas que no perdono. Ejemplo: dos carajitas de unos diez años hablando a un volumen altísimo, actuando como si tuvieran tres años, tirando una bola por ahí (incluyendo a Fernando que pasó cerca… bola para él) y riéndose de sus estupideces a un volumen demasiado alto para ser natural. Una chica –creo que era italiana porque la verdad que para entonces ya había puesto mi música a todo volumen y los auriculares poco dejaban oír- se hartó y se acercó a pedirles que bajaran el volumen. La madre de las criaturitas se limitó a decirles “se los estoy diciendo”. Una de ellas, herida en su ego de soy-el-centro-del-mundo-a-ver-si-te-enteras empezó a burlarse de la chica que fue a callarlas. Entre remedar como hablaba y decir “es más fea que la novia de Frankestein” se solazó un rato. La madre no le dijo nada.

Aunque la comparación sea -digamos- grosera, me acordé de un programa que me gusta mucho, que se llama “Dog whisperer” o algo así, lo dan en la Cuatro. El tipo –domador de perros, básicamente- explica que si el perro se da cuenta de que puede mandar, lo hace: se autodenomina jefe de la manada y a partir de ahí los límites los pone él, no el dueño.

A veces me da la impresión de que algunos papás, hartos del trajín de tener hijos, los dejan ser jefes de manada. Luego se quejan de que hacen lo que les da la gana… Hablo sin conocimiento de causa, lo admito, pero creo que el que haya pequeños encantadores (alguna vez he terminado enseñándole fotos de la computadora a algún enano en Starbucks, o jugando con otro...) prueba que hay papás que no hacen bien su trabajo.

No digo que haya que castrar a nadie, ni tenerlos bajo régimen militar, pero un mínimo de normas de conducta no les vendría mal a muchos… Los niños inteligentes y bien criados suelen saber cómo comportarse en cada ocasión, aunque a veces se les vaya la pinza y se porten mal. Eso es normal, pero cuando esa conducta errática es la común... algo no funciona.

Y sobre todo, me guardo en el disco duro la siguiente orden “no irás a Starbucks un domingo en la tarde nunca más”. Es casi tan anticonceptivo como el supermercado el sábado en la tarde…

Ilustración de Iskra (photostock)

viernes, octubre 26, 2007

Knock out en dos rounds

Vivan los servicios en este país. Es como meterse con Tyson… muerda o no la oreja, hay un peligro tangible de caer fulminado con uno de sus golpes.

Primer Round:
Chica en bikini y Cling-cling-cling

Hace tres semanas que los de ONO nos tienen como pelota de tennis, de un lado a otro, con pasar la línea telefónica. Nos han dicho CUATRO veces que viene el técnico “entre 4 y 7” y héte tú que esperamos entre 4 y 7 y el técnico nunca aparece. Y ya ni hablemos del rollo de llamar a la central y oír cosas como “a mí me aparece aquí que ya tiene el teléfono instalado”. Sí, es verdad, lo tenemos conectado guapa, pero como no tenemos a quien llamar un viernes por la noche, la llamamos a usted, disculpe que estemos enamorados de su voz... Y luego la mentira más grande que ha parido empresa: “nosotros los llamamos en un rato/el lunes/mañana”. ¿Por qué carajos no dicen “vuelva a llamar”, que es lo que al final pasa?

Quienes crean que los servicios mejoran cuando hay competencia pues… bájense de la nube y, para muestra, este país. Hay al menos cinco compañías de teléfono-internet y TODAS son una mierda. Lo digo con conocimiento de causa. Hay al menos cuatro compañías de móviles… y TODAS son una mierda. El servicio puede ser más o menos bueno, pero son usureros profesionales.


Segundo Round:
Chica en bikini y cling-cling-cling

Cuando entramos a este piso, lo hicimos bajo el supuesto de que los servicios estaban dados de alta, y que era cuestión de ponerlos a nuestro nombre. De hecho, otras opciones fueron descartadas por ese detalle. No teníamos que pagar el alta de los servicios. Eso nos dijo el de la inmobiliaria y eso nos dijo el dueño. Casi un mes después, resulta que la inquilina anterior no le da la gana pasar los servicios porque ella pagó el alta. Ahora pretende que le paguemos los doscientos y pico de euros que le costó.

Yo, personalmente, entiendo que le siente mal haber puesto ella un dinero y ahora no recuperarlo, pero no entiendo por qué putas es culpa nuestra. Y, como es normal, se pasan la pelota de uno a otro: que si el dueño, que el de la inmobiliaria, que si la chica esta.

Es que me siento casi chantajeada y me da rabia, tenemos la opción de pagarle lo que ella quiere o de padecer (véase primer round) para que nos instalen servicios tan básicos como la luz y el gas. Me dan ganas de ponerme muy muy muy yanqui y decirle “nosotros no negociamos con terroristas”, que se dé de baja a los servicios y ya está, pero tengo un marido conciliador que irá el lunes a hablar con ella. A mí que ni me diga que vaya, que la puedo mandar a freír churros.


10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 cliiing cliiiing cliiiing.
Knock out
.


Todo esto bajo un catarro monumental que me ha caído estos días. Pensar con tos, dolor de cabeza y mocos… juro que no es nada productivo. Menos si parece que el universo entero tiene ganas de tocarnos las narices.


jueves, octubre 25, 2007

Emocionate!

Hablábamos hoy, entre los frikis del Institut, de lo que nos emociona. No sólo para llorar, que es lo primero que se viene a la cabeza, si no también para reír, o enojarse. Yo llegué a la conclusión muy teórica de que cada uno tiene una especie de círculo de tolerancia de estímulos emocionales… cuando el estímulo se acerca al límite de tolerancia, viene la emoción. Según la persona, el límite queda más o menos lejos. El mío está tan cerca que si me descuido me encierra. Conozco algunos que pueden andar y andar y jamás ven la frontera del “ahora me emociono”.

Pero de cosas concretas hay tantas que tiran de los límites de mi círculo que me cuesta listarlas. Ahora me emocionan algunas sensaciones que antes no me hacían ni “mu”. De pequeña me reía de que mi mamá y mi hermana lloraran viendo una peli mientras les decía “pero si es mentira”. Incluso me acuerdo de que si algo empezaba a conmoverme, me distraía o me repetía la misma frase bajito, para controlarlo. Ahora hay que verme, que casi hasta los anuncios pueden conmigo. También me río más, incluso cuando nadie más le ve la gracia.

Cambio de emoción con facilidad, según el caso, aunque confieso que hay dos o tres grandes temas que me suelen descolocar: la distancia con mi familia y amig@s de Costa Rica, el sentirme incompetente/malinterpretada/abandonada y el corazoncillo de chocolate que tengo (ese se derrite fácilmente). Estos tres temas funcionan en positivo y negativo, es decir, a veces me hacen reír, otras enojarme, otras llorar, pero nunca me dejan indiferente.

Finalmente, quedó en el aire la pregunta del millón… Expresar los sentimientos ¿es una acción que busca afirmarse como ser gregario, o más bien se trata de una actividad onanista de yo-mi-conmigo que no tiene relación con los demás?

martes, octubre 23, 2007

Manual de caza y pesca para chicas, Melissa Bank

Lo que digo yo:

Me gustan los autores anglosajones, en general… o al menos los que llegan a mis manos en versión traducida porque me da pereza leerlos en su idioma original. En este caso la regla se confirma, no digo que sea una novela de morirse, porque me parece que no llega a ser ni muy graciosa, ni patética, de nada concreto. De hecho, diría que con cada sección del libro la autora cambia un poco de registro, y eso lo hace entretenido.

Mi parte favorita es la final… ahí sí me reí mucho, porque cuenta (no doy detalles) las relaciones vistas desde los libros de autoayuda. Se supone que las autoras de un libro en concreto le dan consejos a la protagonista… ¡y la que se arma!

Está bien, creo que esperaba más pero es mi culpa, este es uno de esos libros que había hojeado y manoseado tantas veces antes de comprarlo, y luego más veces antes de leerlo que era imposible entrarle sin expectativas.

Lo que dice la contraportada:

Desde los once años, cuando descubrió que el chico que a ella le gustaba no podía ni verla, Jane Rosenal ha navegado intrépidamente por las procelosas aguas del sexo, el amor, las relaciones. Aquella vez, cuando le preguntó a su madre qué podía hacer para que la amaran, ella le contestó «Sé tú misma». Y Jane, con su irreverente sentido del humor y su incómoda franqueza, ha sido siempre ella misma con todos los hombres que han pasado por su vida: Jamie, su novio de la universidad, con quien descubrió los peligros de un strip póquer en el que se desnudaban cuerpos y almas; Archie, el fitzgeraldiano, seductor, célebre editor que conoció cuando ella tenía veintipocos años y él bastante más del doble, y le enseñó mucho sobre el arte de editar y las políticas del mundo laboral; y años más tarde, el agresivo, sofisticado manhattanita del que no nos dice el nombre, pero sí que su única religión era el psicoanálisis, que la llevó a París y la amaba, pero no sabía quién era ella realmente... Pero cuando Jane encuentra en la boda de su mejor amiga a Robert, un dibujante de cómics capaz de hacer vibrar su cuerpo y hacerla reír al mismo tiempo, comienza a preguntarse si, para que esta relación no acabe en un desastre, no deberá aprender a ser menos ella misma y más esa otra, de cabellos largos, ideas fijas y un objetivo muy, muy definido que propugnan los manuales de caza y pesca para chicas...



Aquí (tampoco) hay quién viva...

Vecinos curiosos por todo lado.

En este caso, la chica de arriba... se pelea a gritos con el novio/esposo/lo que sea, para después reconciliarse frenéticamente. Es, al menos, gracioso escucharla diciendo cosas como "a tomar por c... tú y tus tonterías" y unas horas después ver el asunto desde otro arista gracias a sus gemiditos y palabras cariñosas. Lo que no sabe, o le da igual, es que su habitación da al patio común y se le oye como si estuviera en el salón del piso.

Ja.

Más de uno seguro que canceló el canal de culebrones y el porno... ¡si es que tenemos uno casero!

La portera es otro personaje. Aún no la he visto cotilleando ni nada de eso, pero cada mañana que bajo con la bici me vigila disimuladamente. Nótese que el dueño nos dio "permiso" de subir la bici pero en el contrato dice que está prohibido, así que la señora de que la que ni siquiera sé el nombre me mira, muy seria, mientras barre el portal. Cuando estoy a su altura y digo "buenos días" me contesta sin sonreír. Tampoco hace mala cara, directamente, pero es de estas personas secas y sin brillo.

Por lo demás, me encanta que la petit terraza dé a un patio de estos enormes donde se ven las partes traseras de las casas de toda la manzana. Aparte de los 18 gatitos que vienen si les haces pst pst y te miran con gatuno amor si les tiras comida, a veces en la noche me siento como una espía de la vida privada ajena, es que pienso que esa silueta que apaga la luz va en pijama directo a la cama, como si nadie la mirara.

lunes, octubre 22, 2007

Inmigrante de m...

El señor Sergi se subió al metro en Plaza Espanya, muy acalorado, hablando por su móvil sobre moros y sudacas. El tema lo llevó a calentarse aún más, diríamos, y encontró en una carajilla ecuatoriana el blanco perfecto.

Primero unos gritos, bien cerquita del oído de “vete a tu país”. Como la chiquilla esa estúpida de 16 años no le hizo caso (debe ser que la conexión de metros le pillaba lejos de “su país”), siguió gritándole cositas cariñosas como “zorra” e “inmigrante de mierda”; pero es que esta gente de "allá" no entiende, oiga, no entienden, son tontos como burros.

Entonces Sergi, que no tiene la culpa no señor no señor vio como ella –lamuyguarra- volteó la cara, entonces él le sujetó cariñosamente un seno –para ser exactos el izquierdo que le quedaba más cómodo por la cercanía de su mano izquierda, ya que en la derecha llevaba el móvil- a lo que la chiquilla saltó un poco. Saltó por jugar de decente, porque ya se sabe que son unas cerdas. Pero no lo suficiente, no señor, porque Sergi gritó un poco más y cuando vio que llegaba a su estación cerró su participación con una patada directa a la cara de la muchacha.

No es culpa de él, no, que no, es que el metro pone nervioso a cualquiera. Y no es culpa de él, que no que no, es que este país está echado a perder con tanto extranjerillo y algo hay que hacer, oiga. Sobre todo porque esos extranjeros son unos guarros, cerdos, corrientes y andan por la calle haciendo indecencias. No como Sergi, que sólo busca que vuelvan los buenos tiempos a su hermoso pueblito y dejar de ver caras bronceadas por no decir de color. Que es que Sergi está cansado de tanto acento raro, de tanta comida rara y de tanta gente rara.

Menos mal que al pobre Sergi lo dejaron salir de la cárcel rapidito, apenas "con cargos", por que si no ¿quién se encargaría de limpiar de hijos de piiiiip su vecindario?

El que quiera recrearse que vaya a buscar palomitas y haga clic aquí. Yo por lo pronto me iré en metro cada día, que mi vida está demasiado aburrida últimamente y nada como un macho ibérico que le ponga algo de sabor. Sergi, ven a mí.

Y sí, a veces estas cosas me dan por el sarcasmo. Si no, me deprimo.

domingo, octubre 21, 2007

Los negritos son tontitos

Gracias a Héroe Anónimo, me entero de que el genetista ganador del Premio Nobel James Watson se dejó decir, hace un par de días, que la gente negra es menos inteligente que la blanca por cuestiones genéticas. Argumentó que el creer que los cerebros de la gente negra y la gente blanca son iguales sólo lleva a equívocos y que debería partirse de esta tesis... los negritos son tontitos (bueno, esa ya es mi exageración, pero el sentido queda claro).

Además de sorprenderme que un científico de primera línea suelte semejante bestialidad (y más porque dice que no tiene pruebas aún, que las pruebas estarán en unos diez años…), me alarma que sea una de las eminencias del tema. Quiero creer que su pensamiento en cuanto a la inteligencia-raza sea aplicado en el estudio del ADN, pero algo que me dice que no debe ser sólo ahí donde se le sale la línea de pensamiento.

Pienso, entonces, que el ser buen profesional nunca asegura el ser buena persona, aunque sea socialmente aceptado el respetar más al gerente de la compañía que a su secretaria… se asume que él está por encima de ella, que es más capaz, más preparado, más inteligente...

Leía hace unos días, en el blog de Fanmakimaki, un post sobre la importancia que se le da a la inteligencia vinculándola siempre con resolver problemas y, diría yo, tener buena memoria; pero se deja de lado el otro aspecto humano, el emocional. A esto le agrego el factor “fama”, tiene mucho de cierto el dicho que dice “hazte fama y échate a la cama”.

En este caso, lo que me temo es que su fama de PREMIO-NOBEL-GENETISTA-SERIO opaque la que se merece, racista consumado en posición peligrosamente importante. Porque no es lo mismo que la verdulera piense que el negrito de su edificio es tonto porque es negrito el muy pobrecito, incluso si cuando lo ve pasar se ríe por lo bajini y se asegura de decirle a sus hijos que no se junten con él, a que el señor Watson las suelte, porque él es una autoridad.

No voy a cuestionar los por qués y cómos de los Premios Nobel, pero entre este caso y cierto presidente de cierto terruño, queda claro que la escogencia es bastante arbitraria y les da igual si están frente a un humanista o un detractor de la humanidad.

Qué vergüenza me da a veces compartir planeta con unos cuantos.

lunes, octubre 15, 2007

Esquilo ¿Premio Planeta 2007?

Con todo respeto lo digo…Esquilo es famoso porque se conservaron obras de teatro de la Grecia Antigua sólo de tres dramaturgos. Sin competencia ¡qué fácil! Sería como haber mandado un libro al Premio Planeta 2007 y que se presente mi vecina y el del bar… ¡no tendrían con quién pactar el ganador!

Y qué poco de bla bla bla… pobres griegos, no puedo entender cómo alguien fue a ver Los Persas y siguió confiando en el gran Dionisio. Sería las dionisíacas previas, mucha fiesta, mucho movimiento, mucho vino, mucho trance. De otra forma no se entiende. Por Dios. Que se acabe ya la parte del programa de Esquilo, que le amarren como a su bienamado Prometeo... ¡algo!

Espero con ansias a Sófocles pero más aún a Eurípides, lo digo sin sarcasmo, estos dos me gustan. Claro que a la luz de lo que se publica por ahí, casi prefiero morirme de aburrimiento.


Ps. y hablando de Premios Planetarios... sin juzgar al ganador ni al finalista, eso me lo guardo para cuando lea los libros; pero los de Planeta dicen que fomentan la salida de nuevos y jóvenes escritores... jua jua jua. Millás y Boris Izaguirre ¿nuevos y/o jóvenes escritores? ¡¡¡AY PERO POR FAVOOOR!!!

El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy

Lo que digo yo:
Me costó casi sudor y sangre terminar la novela. Es más, me costó mucho empezarla, seguirla y acabarla. Pero juro que, detrás del aparente sufrimiento, algo me iluminó. Creo que es un libro difícil de leer porque se centra mucho en las descripciones y de una forma muy particular, incluso diría que cuenta poco y recrea mucho. Pero justo ahí está la delicia, es una cosa muy sutil que invade y deja huella. De hecho estos días me estuve preguntando por qué carajos no la dejaba sin terminar si tanto decía padecerla, y la respuesta es que Roy logra hipnotizar. A partir de la visión de los gemelos Estha y Rahel (sus sobrenombres son lo mejor, pero no los digo para despertar curiosidades) sobre un momento concreto de sus vidas, la autora plasma con mucha maestría una visión de India.

No sé cómo lo hace, pero desde la página veinte quise dejarla de lado y desde esa misma página tuve que seguir… aunque me costara un mes terminar.

Lo que dice la contraportada:
Ésta es la historia de tres generaciones de una familia de la región de Kerala, en el sur de la India, que se desperdiga por el mundo y se reencuentra en su tierra natal. Una historia que es muchas historias. La de la niña inglesa Sophie Moll que se ahogó en un río y cuya muerte accidental marcó para siempre las vidas de quienes se vieron implicados. La de dos gemelos Estha y Rahel que vivieron veintitrés años separados. La de Ammu, la madre de los gemelos, y sus furtivos amores adúlteros. La del hermano de Ammu, marxista educado en Oxford y divorciado de una mujer inglesa. La de los abuelos, que en su juventud cultivaron la entomología y las pasiones prohibidas. Ésta es la historia de una familia que vive en unos tiempos convulsos en los que todo puede cambiar en un día y en un país cuyas esencias parecen eternas. Esta apasionante saga familiar es un gozoso festín literario en el que se entremezclan el amor y la muerte, las pasiones que rompen tabúes y los deseos inalcanzables, la lucha por la justicia y el dolor causado por la pérdida de la inocencia, el peso del pasado y las aristas del presente. Arundhati Roy ha sido comparada por esta novela prodigiosa con Gabriel García Márquez y con Salman Rushdie por sus destellos de realismo mágico y su exquisito pulso narrativo.

domingo, octubre 14, 2007

Mi nueva casa


Con nuestros amigos Mon, Jordi, Bet y el primo Alex echándonos una mano, logramos pasar el grueso de las cosas al piso nuevo. No sé cómo se pasan de casa los solitarios, porque sin estos cuatro amorzotes no sé qué habríamos hecho. Aunque sólo eran cien pasos de un edificio a otro (en serio, los contamos), la verdad que hicimos muchos viajes el fin de semana pasado, y otros más durante la semana. Todavía faltan algunos de esos chunches/cosas/restos que se quedan por ahí desperdigados, pero ya vivimos bien aquí.

Ayer terminamos de comprar y acomodar algunos accesorios (cojines, dos plantitas, libreros) y ya el piso se ve habitable. Ordenamos todos los libros en su sitio, hice una especie de jerarquía que creo que sólo yo entiendo: primer estante: libros que no he leído por autor según apetencia y editorial; es decir todos los Anagrama están juntitos y ordenados por colores. Soy un poco anárquica, pero así me ha funcionado siempre. Segundo estante: autores que me gustan mucho en general, libros de esos mismos autores que no he leído. Tercer estante: libros que me encantaron junto con otros libros de los mismos autores que aún no he leído o libros de temas similares. Cuarto estante y quinto: varios, autores y libros pendientes, libros que dejé a medias pero tengo la esperanza de acabar y al final de todo El libro de los Conejitos Suicidas, uno de la Rue no sé qué Percebe, Todo Mafalda y Esto no es todo, de Quino.


Esto es mi librero en el salón, en el de la oficina/comedor tengo los de teatro: técnicos, teóricos en el primer estante, obras de teatro en el segundo; libros técnicos como diccionarios, guías variadas de catalán, y estotéricos en el tercero. Chaplin vigila el estante "académico-teatral".Mi lugar favorito es el salón. Trato de ignorar la tele porque nos pusieron una carajada que es la desgracia de cualquier fan de las series, como yo: cable. Hay tantos canales que mejor ni lo pienso


En segundo lugar amo el balcón, que aunque se ve basura también están mis amigos, y ya que no puedo tenerlos dentro de casa por las alergias de cierto marido, pues los miro desde arriba.

Por primera vez, desde que llegué a España, sé lo que es dormir en sitio sin ruido. Oh Oh. Y oh. Y eso que duermo con tapones para los oídos.

Nos faltan cuadros en las paredes y otros objetos puntuales (quiero una tostadora de pan y hay que comprar un extractor de zumo nuevo, el otro murió en la mudanza, me di cuenta hoy cuando ya había partido a la mitad doce naranjas) pero ya tenemos casa. Poder decir "mío" cual Gollum con el anillo es genial. De verdad que sí.

martes, octubre 09, 2007

Ópera... nooo, por favor.


Yo, por regla general, no disfruto de la ópera. Creo que no está registrada en mis genes como un placer y podría aprender a apreciarla, pero no le veo el sentido. Lo confieso: ME DUERME. Hay algunas arias concretas que me gustan, pero es realmente anecdótico (alguna de Don Giovanni está bien, otra de La Flauta Mágica también). Es, de alguna forma, lo que me pasa con Los Grandes Clásicos de la Literatura, así en mayúsculas... si no me llaman la atención no puedo leerlos.

Tanto en el Máster que hice antes como ahora, la ópera no tarda en aparecer. Lo entiendo, se trata de un espectáculo eminentemente europeo y bastante afamado en Barcelona. Pero qué pereza da. Más cuando la discusión se llena de generalizaciones como que quien va y aplaude fuera de tiempo es un analfabeto. Me niego a aceptar esas frases categóricas... yo no creo serlo y si digo la verdad no sé si se aplaude o no, si se aplaude antes de que el cantante termine la nota o después... ni idea.

Cultura general, dirían algunos... sí, pero ¿hasta dónde hay que jugar de sabelotodos y llenarnos de información de enciclopedia? Además, lo acepto, tengo prejuicios sobre la ópera desde que trabajé como periodista de arte y cultura: me tocó ver en la celebración de no sé cuántos años de la Compañía Lírica a decenas de doñitas metidas en vestidos requete caros. ¡Pero por favor, si el Teatro Nacional está en medio San José y esa no es precisamente la capital del glamour! La mitad ni siquiera miraba al escenario, estaban pendientes de cuál ministro estaba sentado cerca, de si el vecino vino con la esposa o con la querida y de que la peluca no se les despeinara mucho.

El día que estas manifestaciones artísticas sean de la gente y no del museo las defenderé, igual con los conciertos de música clásica (favor pensar en el organizador de cierto festival en Costa Rica callando a gente en media sala del digno Teatro Nacional, todo porque el violinista era taaan genial que espontáneamente se pusieron a aplaudirle). Mientras cuesten lo que cuestan y haya un grupo importante de personas que van para que las vean, seguiré manteniendo que es un ridículo anquilosado, hecho para tan pocas personas que más les valdría hacer concierto privado en el salón de su casa, y que da pataleos para no morir.

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