sábado, abril 29, 2006

¿Es que acaso me lleno de moho?




Mundo desechable, de amistades orgánicas. De vínculos que vengan con cupón de descuento, que traigan incluido el servicio express: sin esfuerzos qué hacer, sin motivos que explicar.

Hemos terminado por construir un mundo de orgánicos, no por el origen, sino por el destino: hay quien nos tira a la basura, y espera que nos descompongamos con la misma facilidad con que se llenaría de moho una manzana después de semanas, primero sería un estorbo el olor a rancio (y eso hace que la persona que nos tiró se aleje más), luego desaparece el tufo y ni siquiera molesta el recuerdo.


Es verdad, yo misma me he alejado en algunos momentos, remando despacito si no hay problemas concretos y simplemente quiero distancia; o he dicho “esto no lo quiero” y he huido. Si lo hago, lo hago de frente; la mayoría de las veces –en cambio- recuerdo que ese día en que estuve mal, o ese día en que me reí con ganas, esa persona no me dejó. Soy incapaz de tirar a la bolsa de desechos orgánicos a aquel que –aún siendo una piedrita en su zapato de comodidad- me dio un abrazo oportuno. Será el carácter de Tauro, terca como mula, obcecada, obsesionada, persistente en los afectos. Será eso. O simplemente que duele saberse basura biodegradable del corazón ajeno.


¿Cómo es que te resulta fácil deshacerte del vínculo?
¿Siempre pensaste dejarme como abono de tus muertos?
¿Hace mucho que me tiraste a la basura sin decirme nada?
¿Ya tengo moho en tu mente, o faltan dos días, una hora, tres segundos?
¿Era útil tenerme cuando la vida era aburrida, cuando llovía de más y reías de menos?
¿Es que no te divierto, es eso, soy un Atari y ahora querés un Xbox?
¿Te molesta mi casa de ventanas rotas, te gusta más la suite recién reformada de la vecina?
¿Qué?

Yo te presto la barca si querés irte en un suave remar, puedo remar incluso y luego regresar a nado cuando estés a suficiente distancia. Te dejo mis zapatillas si te apetece una carrera, hasta estoy dispuesta a darte ventaja y no mirar en qué dirección te has ido si eso te hace sentir segura –me da igual- pero hay dos cosas que exijo. La primera es casi un ruego: no quiero llenarme de moho, la segunda es que te reto a que me digás por qué merezco la soledad cuando hace poco tiempo tenía una amiga.


lunes, abril 24, 2006

España: top 4, encabezada por una firma de Saramago :-)

Ayer agregué un elemento a mi lista personal de “lo mejor de España”, ahí va:

4. Los calçots: son una especie de cebollino, se hace a la brasa y se come con una salsa romescu buenísima. Lo mejor, aparte de están de morir, es que es un festín de ensuciarse las manos: lo normal es llevar delantal.

3. Saludarse de dos beso
s: en Costa Rica (y creo que todo Latinoamérica) nos damos uno, esto de doblar el saludo me parece bonito, es más cariñoso. Claro, al principio fue un dolor de cabeza y una continua sesión de golpes y “perdón” porque nunca lo recordaba… no sé cómo no terminé besando gente en la boca entre tanta confusión.

2. San Juan:
ni siquiera me acuerdo cuándo es, creo que en junio, pero se reúne la gente en la playa con sus amigos, a tomar vino, conversar y ver fogatas y hogueras. Algunos valientes hasta saltan encima de ellas para la buena suerte, otros (como yo el año pasado) quemamos una lista de “pegas” que no queremos seguir teniendo y se piden deseos. Por cierto que uno de los dos que pedí se cumplió.

1. Sant Jordi:
el día del libro en Barcelona es maravilloso. Según la tradición a las mujeres se les regalan rosas y a los hombres libros; menos mal que al menos en mi caso semejante fallo está desterrado, así que recibí tres libros: El juego de Ender, Sexo en Nueva York y Las intermitencias de la muerte.









Sobre este último… Sant Jordi fue ayer y estaba José Saramago (entre otros escritores en distintas librerías) en La Casa del Libro firmando copias, así que hicimos fila una hora y media, pasamos 4 personas antes de la última y logramos la dedicatoria. Además de inteligente y buen escritor, este señor es un dulce. Estuvo en Costa Rica hace casi un año para recibir un Doctorado Honoris Causae en la Universidad Nacional, por supuesto que ayer cuando me preguntó de dónde era y le dije, hizo referencia a esto y que "muy bonito mi país".

Yo parecía chiquita con juguete nuevo, con el libro bien abrazado, pero guardé la compostura, sobre todo porque detrás de nosotros estaba un brasileiro simpatiquísimo que salió temblando –literalmente- y no se podía creer que le había dado la mano a Saramago. Ya con él bastaba, lo dejé ser más fan que yo aunque estuve a punto de llevarme 5 libros más para que me los firmara…

Además de lo genial de la celebración, me emocionó mucho ver tanta gente en la calle en semejante locura… sin Britney ni JLo cerca, todo a punta de literatura aunque sea una vez el año. Genial.

Fotografías: “Toni”, una chica que se ofreció a sacarnos fotos a 4 desconocidos, luego anotó el email de todos y hoy las envió… ¡queda gente muy buena en el mundo!

sábado, abril 22, 2006

Air Mierdrid, Mierdberia y British Mierdways, todo junto...



Ok. Este es el relato del suceso.

13 de abril – 14 de abril: mi papá vuela por Air Mierdrid (nombre más exacto que el real). Al llegar a Madrid desde Costa Rica, su maleta no está. Viaja a Barcelona y luego a Londres sin saber de ella.

15 de abril: nos informan que algún chistoso cogió la maleta "por error" y la devolvió suficientemente tarde como para que mientras mi papá estuvo haciendo el reclamo aún no hubiera aparecido. Yo diría que MUY TARDE, porque el expediente de Air Madrid (perdón, Air Mierdrid) que consulté en línea dice que la maleta apareció el 16 de abril... en fin.

16 de abril: domingo santo… ¿tengo que decir más?

17 de abril: Air Mierdrid NO se encarga de sus propias maletas, así que llamamos a Mierdberia (es que todas funcionan con el mismo estilo), y después de estar 24 minutos contados en espera, un muchacho (muy amable, eso sí) dice que ESE MISMO DIA o máximo al día siguiente la maleta viaja a Londres y se la entregan a mi papá en el hotel.

18 de abril: al final del día la maleta no ha llegado a Londres, eso significa que mi papá, además de tener que lavar cada día la única camisa que compramos de emergencia el sábado, debe estar al borde del colapso nervioso.

19 de abril: llamamos de nuevo a Mierdberia, donde el encargado nos dice que es que hubo un “pequeño” error porque en el sistema aparece que mi papá recogería personalmente su maleta en Madrid. Sí, claro, con la teletransportación es sencillísimo. Se compromete a ponerla a primera hora del día siguiente en un vuelo por convenio de British Mierdways.

20 de abril: mi papá nos escribe “la maleta no ha llegado”.

21 de abril: sucesión de llamadas: En British Mierdways nos dicen que ellos NO llevaron la maleta, aunque les llegó el encarguito, porque no es de su línea aérea ni su responsabilidad y que NO SABEN dónde está la maleta. Mierdberia nos dice que ellos solo se hacen responsables de la maleta cinco días y como evidentemente ya pasaron ellos tampoco saben dónde está la susodicha. Air Mierdrid tiene tantos reclamos (según un amigo que trabaja en el aeropuerto han tenido que ponerles una mampara para que los clientes no se los coman... por algo será) que durante 35 minutos marco de seguido su número y siempre la línea está ocupada.

Con todo esto me pregunto: para ir a Costa Rica ahora a mediados de año, qué será mejor ¿nadando o en patera?

Y sobre todo… eviten Air Mierdrid. A toda costa. Por favor.


Fotografía: George Pease

lunes, abril 10, 2006

Mi cesto de mimbre y recuerdos




Regalo recuerdos en canastas de mimbre. Tengo de todos los tipos.

Mis favoritos son los que tienen gustito a frutas, nunca me hacen arrugar la cara, y aún si lo hago sé que me espera la satisfacción detrás de la acidez –como con una naranja-.

Podría vivir, eso sí, sin los olorosos a productos de limpieza. Ese recuerdo en particular huele a cloro y aquel a jabón de lavar platos –ya sabemos cuánto lo odio, así que está claro que no es nada bueno-. A esos los miro con desdén y casi siempre termino por ponerlos al lado de aquellos, los que tienen forma de insecto y que por más míos que sean me atemorizan un poco.

Me tragué uno con muchos grados de alcohol, no estoy segura de si era vino tinto o blanco, pero me dejó con una pequeña sonrisa tonta. Entonces metí la mano en la canasta y cogí uno al azar. Era un recuerdo tramposito, cambiaba de forma, de sabor, de textura: como aquella golosina de Willy Wonka. Me consumí en ese recuerdo, disfrutando que pasara de pastel de chocolate a cheesecake de fresas. Durante un rato me supo a café, después a té de manzana y canela, terminó por fundirse igual que un marshmellow.


Busqué más en el cesto de mimbre, estaba un poco desesperada: registré, tiré al suelo más de un recuerdo –incluso destrocé un par, uno de vidrio y otro de cristal-, todo por encontrar uno más de aquellos. Solo me quedaban pocos que olían a flores –pero no son comestibles- y dos o tres enmohecidos que aparté de un manotazo.

No sé si fue la ansia con que lo devoré, o el proceso metamórfico de ese recuerdo que terminó por convertirse en acidez ya dentro de mi estómago, pero lo que empezó como un festín de sabores terminó siendo la peor indigestión de mi vida.

Por eso ahora los regalo. No quiero seguir comiéndomelos compulsivamente, soy una adicta y no sé cuándo parar. Así que los metí en la misma cesta y todas las mañanas me voy a la plaza a ofrecerlos.

Si por haberle contado el efecto negativo tiene reticencias en probar uno, le digo: no se preocupe, los etiqueté y junto con la descripción del sabor, cada uno lleva instrucciones de uso y advertencias: “agítese antes de usar”: algunos recuerdos está tan asentados que hay que moverlos para encontrarles el puntillo; “handle with care”: mis recuerdos fiera los llamo yo; “frágil”: ya he roto suficientes y no quisiera que se extingan; "este lado hacia arriba": visto desde otro ángulo resulta demasiado confuso, “tóxico”: estoy segura de que estos me los voy a tener que quedar yo y “manténgase alejado de los niños”: a veces muerden o se quedan pegados en la garganta, amenazando con asfixia.

Los que no tienen etiqueta son perfectamente seguros. ¿Se los empaco para regalo?

Fotografías: de las originales de Vincenzo Lombardo, fotógrafo desconocido y Michael Rosenfeld

sábado, abril 08, 2006

Mujer de formas sinuosas



Yo tenía como 7 años, mi hermana unos 10. Mi mamá nos llevó a un concierto en el Parque de Santo Domingo, Heredia (pueblito pintoresco de donde soy). Cantaba una mujer que más bien parecía que la hubieran tallado en un tronco por la particularidad de sus formas: era redonda, sin ser gorda, simplemente estaba llena de formas sinuosas. Hasta en la voz, llena de timbres particulares.

Mi hermana y yo quedamos hechizadas. Me imagino lo divertido de ver dos enanillas con cara de sorpresa, la boca abierta, bailando y cantando con Guadalupe Urbina.

Al terminar el concierto convencimos a mi mamá de que nos comprara el casete (oh tiempos aquellos, jiji) y que nos llevara a la parte de atrás del escenario a saludar a la cantante.

No recuerdo mucho, Guadalupe nos sonrió y nos dio un beso en la mejilla (o eso recuerdo, que para los efectos ES lo que pasó). Mi hermana y yo nos fuimos con doble trofeo: el beso de aquella que estaba encima del escenario y una cajita llena de sus canciones que cantamos obsesivamente por los meses siguientes.

En estos días un CD me recordó a la guanacasteca hermosa y poderosa que es, me alegro de haberme encontrado con su voz y sus ideas hace ya añitos y de hoy tener el chance de repasar con ella un poco de mi país.

Les dejo esta canción. Aguacero.


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Fotografía: María José Gutiérrez (de la página de Urbina)

miércoles, abril 05, 2006

Utopías literarias



Ayer terminé de leer “Pasiones romanas”, de María de la Pau Janer (Premio Planeta 2005). Pasé renegando de su estilo las casi 500 páginas, me quejé de sus observaciones evidentes y demasiado aleccionadoras, concluí que es más cursi que lo que puedo aguantar (y yo soy una cursi) y las pocas preguntas que me deja para la vida igual me las hago sin la ayuda del libro.

Pero aquí viene el chiste. Me lo leí en 4 días, iba con el libro abierto por las calles, sin mirar donde ponía los pies, no hubo viaje en metro que no fuera al ritmo de la historia, deseché –por ejemplo- una ida al cine porque quería seguir leyendo.

Con otras novelas me pasa lo contrario, las leo y me cuesta sangre seguir adelante, aunque me guste mucho lo que plantean o cómo lo plantean. Me pasó, a pesar de que es de mis libros favoritos, con “Corazón tan blanco” de Javier Marías.


Entonces… ¿Qué es una buena novela? ¿Esa que te hace preguntas fundamentales e interesantes, que te hace volver a ella cada cierto tiempo y repasar las palabras subrayadas, aunque te saque más bostezos de los debidos? ¿O esa que, aún sin ser una joya literaria, te mantiene despierto para saber qué pasa, te mete en su mundo y no te suelta hasta el final?

Ya sé, “la mezcla”. Pero, por más que trato, la lista de “mezcladores” que lo logran con maestría me sale corta, casi nula.

¿Realmente existe este autor de tramas y pensamientos, o es una utopía de esta ilusa adicta a los libros? y si existe ¿quién es, qué hace, qué escribe?


Fotografías: George Marks
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