viernes, diciembre 12, 2014

El 2014 en libros

Aunque el año aún no acaba, dudo que tenga tiempo de terminar alguna novela antes de que llegue el 2015. Repaso, entonces -muy rápidamente- mis lecturas de este año:


Lo Mejor

Drácula de Bram Stoker
El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez
Hablando del asunto de Julian Barnes
Galveston de Nic Pizzolatto
Stoner de John Williams
El informe de Brodeck de Philippe Claudel
Macanudo, de Liniers


Lo normalete

Baila, baila, baila, de Haruki Murakami
Gone girl, de Gillian Flynn
Ha vuelto, de Timur Vermes
Juliet, Naked de Nick Hornby


Lo regulero

El Club de la buena estrella de Amy Tan
La soledad era esto, de Juan José Millás
El Gran Gatsby, de Scott Fitzgerald
El jardín de cemento, de Ian McEwan


Lo tirando a malo

Big Brother, de Lionel Shriver
La mujer de púrpura, de Jeanette Winterson
Diez veces siete, de Maruja Torres
El increíble caso de Barnaby Brocket, de John Boyne
Viaje al pasado de Stefan Zweig


Lo terrible

El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea, de Romain Puértolas
Mr Gwyn de Alessandro Baricco
La identidad, de Milán Kundera


Y lo no-ficción
El poder del metabolismo (Frank Suárez)
Muchas vidas, muchos maestros (Brian Weiss)

Las leyes espirituales (Vicent Guillem)

Viendo la lista espero tener mejor puntería el próximo año, porque la verdad que ninguno de los citados en "lo mejor" me cautivó... no he sacado un sólo libro nuevo "favorito" este año, ni he descubierto autores apasionantes. Ha sido un poco blah. 

¡2015, quiero libros apasionantes!

jueves, octubre 30, 2014

Abuelita, está linda la mar

Me ha costado muchos días tener el valor de sentarme a escribir sobre vos, abue. Lo he hecho en privado: ahora hay una libreta que empieza hablando de los días que pasé en Costa Rica, hace poco menos de tres semanas. Pero en público intento no ser excesiva: he entendido en pocos días que el duelo es personal, innegociable e intransferible. No sé cómo se hace... no sé qué hacer con este corazón arrugado, con este amor que es sólo tuyo y que ya no tengo a quien darle.

Pero es que tengo un tapón en el alma, una piedrita que contiene un dique. Lo abro a ratos, cuando siento que puedo controlarlo. Es que te extraño con toda el alma, extraño tener noticias tuyas desde aquí, extraño saberte allá, extraño hacer planes para la próxima vez que vaya a Costa Rica. Sé que cuando regrese y no pase por tu casa a saludar en cuanto llegue se me encogerá un poquito el alma, como se me encogió hace semana y media, cuando tu casa no fue la última que visité antes de coger el avión de vuelta.

¿Qué hago yo con este corazón arrugado, con este amor que es sólo tuyo y que ya no tengo a quien darle?

El sábado estuve en una playa, miré las olas, pensé en el poema. Abue... la mar estaba linda y el viento llevaba la esencia sutil de azahar. Guardo el gentil pensamiento, lo guardaré siempre. Te amo.

No sé cómo hacer esto de dejarte ir. No lo sé. Por ahora miro fotos, te lloro, me río. Pienso en lo afortunada que soy por haber vivido tantos años de mi vida con vos, en lo afortunados de todos los que te conocieron.

A tu vela vino una señora... contó que había sido vecina tuya en Guadalupe... hace muchos pero muchos años. Nos dijo que se había enterado de tu muerte y que venía a despedirse de una persona maravillosa. Nos contó que le dabas de comer porque en aquel momento estaba en una situación económica durísima, y que vos siempre tenías un plato de arroz y frijoles para ella. Venía a despedirse de una mujer preciosa que estaba dispuesta a comer la mitad con tal de que la vecina comiera.

Y pienso en las bromas (Chinto pinto gorgorinto saca la vaca por 25...), en las travesuras (comer masa cruda de pudín en un plato hondo y con cuchara), en los regaños tan breves y tan contados (un día nos fuimos de excursión escapadas), en tu risa, en tu sonrisa, en el "no estoy dormida, estoy descansando los ojos", en las veces que nos contabas historias de miedo al irse la luz, en tus tortillas aliñadas, en tus abrazos, en tus "te amo", en tus "bendiciones, mi amor", en la máquina de coser que era refugio, en las luchas por quién se sentaba en tus regazos, en tu arroz con leche, en los abrazos tibios y tan... tan... pienso en... pienso en cuánto te extraño. Y en cuánto te voy a extrañar.

No sé, abuelita, de verdad yo no sé soltarte. Sé que en algún plano estás mirándome, con una sonrisa preciosa. Sé que llevarte en el corazón es el lugar más seguro posible. Pero no me basta: saber que nunca más podré verte la cara, sonreír, oír tu voz, contarte cómo estoy, verte en tu silla leyendo el periódico... saber que este amor no tiene depositario... es tremendo. No sabía que la desolación y la tristeza son un aeropuerto estadounidense, un 12 de octubre del año 2014. No sabía que el corazón duele, físicamente, cuando el alma se parte. No lo sabía. Eso nunca me lo explicaste.

Te me fuiste abue. Te fuiste, pero dejaste algún mensaje. Gracias por los mensajes. Por cada uno de ellos. Por demostrarme tanto amor. Te fuiste.

Mierda. Te me fuiste.

Respiro. Lo intento, intento respirar y pienso: hace un par de años te conté un secreto y te hice una promesa. Sé que cuando la cumpla estarás aplaudiendo conmigo, sé que entonces tendremos un pacto, otro pacto. Y sentiré que seguís aquí.

Mierda. No sé hacerlo. No lo sé.

Tal vez algún día lo sepa, mientras tanto echo mano de la herencia de las lágrimas.




Abue.

¿Dónde te fuiste?

¿Y qué hago yo con este corazón arrugado, con este amor que es sólo tuyo y que ya no tengo a quien darle?

sábado, octubre 04, 2014

¡¡¡Puta!!! 10 años son muchos años.

2014


Diez años. ¡¡¡Puta!!! Diez años. Diez años son muchos años. Un huevo de años. Un cachimbal... es casi la tercera parte de mi vida. He aprendido catalán, entiendo el mallorquín (siempre y cuando no se unan más de dos mallorquines a la vez, jejeje), pasé por el gallego. He conocido fiordos, he aprendido a pedir ayuda, he dejado de pedir ayuda. Escribo como profesión. Me entusiasmo con el ejercicio. He subido de peso, he bajado de peso, me he obsesionado con el peso, he dejado en paz mi peso. He cambiado de costumbres, he descubierto que los lácteos y el trigo no son mis amigos. Soy la reina del transporte público pero sigo sin sacarme el carné de conducir. Me gusta ir en bici pero prefiero caminar. He vivido en 6 pisos en dos ciudades distintas. He hecho amigos, he perdido amigos. He estado triste, fatal, muy bien, genial. Tengo familias múltiples distribuidas en el país y en el mundo. No tengo perro en casa pero Thor, Soca, Puça y Hanna hacen las veces cuando se puede. Vivo lejos de mis padres pero he ganado tíos y tías, primos, primas, noruegos, catalanes, canarios. Tengo casa, un Vikingo que me mima tal vez más de lo debido, una vida. Una vida. ¡Puta! En diez años hay tiempo de hacer una vida. 




Gracias a internet y la distancia he ganado a perlas vitales como Iva, Ale, la Hempel y Su. Gracias a internet sigo teniendo a mis amigos de allá…esos que resisten con tesón: Álvaro, Wendy, LD. Estoy ahí aunque no esté cuando se casa mi amiga del alma MaryJoe con el pedazo de persona de Tavito. 


Estoy cuando nacen hijos, cuando se mueren familiares, cuando se gana y se pierde. Mejor sería un abrazo físico pero al menos me queda el emoticono. Comparto veinte minutos preciosos con Ile y David. Mis amigos siguen sabiéndome parte de sus vidas, los sé en la mía. Gracias a internet sigo a Gina en su propio periplo en Brasil, a Ile en Nueva York, y pienso en el machillo aquel Wayne, veo a Paula domando las velas frente a cualquier viento y me pregunto cómo está Sofi. Me siento cerca de Iva M, leo a Ale F, celebro sus postales. Y pienso a mis bichos Lil, Krons, y a Sonia. 


Y gano gente, a toda esa que no nombro pero que sabe que es parte de este viaje. Podría ser mejor amiga de mis amigos, pero empiezo a aceptar que soy así, puedo mejorar pero no cambiarme por otra. Me quieren así, parece, o al menos diez años dan fe de ello. Hay quien ha salido huyendo, varias personas de hecho, pero está bien. Y necesito recordármelo porque a veces siento que no hago más que perder, pero no es así. Gano años y gano amor. Hablo con mis padres cada fin de semana. Cuando los visito siguen tratándome como la que se fue, o como la que fui... acepto ser la pequeña y la bebé de la casa, lo seré toda la vida supongo. Y mi hermana está a un whatsapp de distancia. Nunca hemos estado tan cerca, somos dos mujeres que nos entendemos. Y todas esas personas me acompañan aunque haya escogido una vida que más bien tira a la soledad. Y conozco la soledad, pero no le tengo miedo. Nos tratamos con respeto la una a la otra y vamos tirando.


Diez años. ¡Puta! Son años... no soy la misma, me parece. Un día mi mamá me dijo que tenía que “re-conocerme” porque de repente descubría cosas nuevas en mí… y yo misma me descubro haciendo el mismo proceso. A veces me veo y no acabo de entender quién soy. Hay cosas que nunca cambiaré: el café de Costa Rica es sagrado. Pero hay otras que asumo como propias: nada como un buen aceite de oliva. No sé hablar a medias tintas (a veces incluso se me tilda de borde), me gusta mandar y lo asumo como parte de mi forma de ser (ya no me peleo, es que no soy mandona… soy la que mando). Pierdo la vergüenza y la dignidad hablando catalán, pero lo hago porque amo este lugar, y el amor es respeto. Digo más “te quiero” pero no lo fuerzo si no lo siento. Lloro menos, pero lloro si hace falta y al que no le guste que “s’hi posi fulles”. Implacable, lapidaria pero comprensiva, dice mi padre. 


Y en otras cosas soy la misma, a veces me descubro atrapada en un momento pasado, en un cruce en el que tomé el camino de la derecha y nunca sabré lo que había a la izquierda.

Veo a la distancia la que era, lo que hice antes, lo que he hecho… y a veces me parece que todo es ficción. 

¿Cómo carajos llegué aquí, aquí al 2014, así, cómo carajos? Y no sé responderme, 

Entonces me veo como si fuera un personaje que alguien más se inventó, como si esta decisión y este camino me dejaran clarísimo que hay mil maneras más y que allá afuera, a lo mejor en otro universo o en otra dimensión, hay una Denise que se quedó en Costa Rica en el 2004. Tiene otra familia y otra vida, me parece intuir. Otra Denise siguió en Coruña, tal vez sigue soltera y se dedica a actuar. Alguna Denise se fue a viajar por el mundo con su perro, un Petit Basset Griffon malhumorado pero precioso. Hay una Denise que volvió a Costa Rica hace un par de años y lleva una vida tranquila, más tranquila que esta. Y hay otra que sigue teniendo hambre de mundo, que reconoce su fortaleza pero se niega a esconder su fragilidad. 



Todas tienen días majestuosos, todas aprenden a domar la soledad. Todas reconocen sus 35 años y todas piensan en cómo sería volver a los diez. Todas son fuertes y todas, algunas veces, están cagadas de miedo.



Iba a hablar de papeleo, de lo que costó llegar a ser española. De las enfermedades, del invierno, de los lazos que se han roto irremediablemente. De cuando la vida me ha dado un par de pataditas, de mil cosas específicas. Pero ahora veo que es igual, porque al final somos esta suma. Suma azarosa, pienso, de circunstancias. Y tras diez años… la suma es tan amplia que he perdido la cuenta. Y aquí estoy. Y aquí sigo. Y ya veremos qué viene. A veces caigo en la tentación de planear el futuro, pero es casi una broma conmigo misma: vendrá cualquier otra cosa que no me estaba esperando. Y eso está bien.

viernes, octubre 03, 2014

Tengo muchos amores 2012-2013

2012-2013

Diciembre del 2011. Acabo la última revisión de “Está linda la mar”, el texto con el que me graduaré del Institut. Tengo en mi cabeza un equipo. Busco a la gente y algunas de estas personas me dicen que sí, pero otras no se suben al carro.

Me paso unos cuantos días pensando en el resto del grupo. Y de este equipo que pienso, me resulta necesario al repasar estos diez años hablar de cómo conocí a cinco de las personas que más quiero y necesito.



De mis amores de la compañía tengo a Marta, mi pelirroja hermosa, que empieza por hacerme de ayudante de dirección y acaba de actriz. Marta es de las personas que más admiro en el mundo. Hace. Siempre hace. A veces más de la cuenta. Cree en mí, confía, me cuida. Mi Janis Joplin, mi Carmen, mi Roig, mi Bubu, mi Doors, mi Laura, mi Júlia. Cada personaje que le he escrito lleva un poquito del amor que le profeso, que es mucho, pero lo estoy rindiendo porque planeo pasarme media vida inventándole gente que interpretar. Nunca estoy segura de demostrarle suficiente lo importante que es ver su cabeza pelirroja cuantas veces se pueda, pero dejo constancia: es mi amiga, es la veterana del equipo, y es la puta ama. Yo soy la jefa, sí, pero ella es la puta ama.

Pienso en la rubia. Primero la miro en la cafetería y recuerdo el día que la vi en el ascensor. Le dije buenos días, ella a cambio bajó la mirada y no dijo nada de nada. En serio, no respondió. Ella dice que fue timidez, yo digo que es igual... como mínimo fue imposible olvidarla. Tres años después la vigilaba a distancia, temerosa de que pensara que me gustaba o algo, jajajaja. Sin habernos dicho ni hola le pedí a Meri ser la protagonista de “Está linda la mar”, sin haber hablado nunca me dice que sí. Un salto de fe. Gracias a eso ha pasado a ser una de las protagonistas de mi vida. Un salto de fe que me ha hecho muy feliz. Mi Zoe, mi Loira, mi Drew (Barrymore), mi Susi Su, mi Voz, mi Andrea. Sin ti nunca habría aceptado a la rubia que hay en mí. Y sin ti, sin ti mi vida sería infinitamente menos bonita. Gracias preciosita por estar siempre, incondicionalmente, con una sonrisa o un regaño, por hacerme reír, por tu luz. You’re sexy and you know it. Bo-Ni-Ta.

Gracias a Salva (ese grande amor) conozco a otro Salvador. Tengo dos salvadores en mi vida, tengo mucha suerte. Me habla de un chico de Mallorca que tal vez me venga bien para la obra. No sé su nombre, pero en cuanto me lo dice y -como directora modernilla- le envío un mensaje. Le propongo el proyecto y al conocerlo me doy cuenta de que le he propuesto algo más: ser parte de mi vida. Vador es de las personas que te curan con un abrazo, pero luego te regalan otro para hacerte más feliz, que te miran y te dicen todo, que te miran y lo entienden todo, que te escuchan sin cansarse y que luego te hacen ponerte manos a la obra. Gracias por tu constancia, por tu integridad, por ser consecuente, por el amor que irradias y pones en lo que haces, en el trabajo y en la vida. No puedo decir mucho más porque no sería suficiente. Mi Luis, mi J.C., mi Thomas, mi Reller, mi Lluc, mi Joan. Saps que “sóc aquí, siempre”.

Y acudo al escenógrafo más sexy… Victor. Uno que un día me habló, o yo a él, en el Institut. No tengo claro cuando empezamos a ser amigos, pero sé que lo somos. El escenógrafo más divertido del mundo, uno que siempre me pareció hermoso y que finalmente descubrí como persona. Uno que no dice te quiero muy seguido, pero te lo hace sentir. Yo te quiero más, petardete. Admirar a los amigos es de las cosas más importantes del mundo y a él, a él lo admiro como a pocos. Tener amigos con que todo es sencillo, fácil y transparente es hermoso... y Victor es especialista en esto: él es quien es, con toda la transparencia. Entonces le ves y le quieres, con transparencia absoluta. Un día le prometí una foto con un mono, él a cambio me ha dado toneladas de amor, de ayuda, de trabajo, de risas, de lágrimas, de momentazos. Se te petan los pantalones porque tú la petas.

Y entonces llega Cata. Finalmente construye una patera y cruza el Atlántico, como me prometió que lo haría (en el 2004). Llega y me trae un pedacito de ese otro lugar que es mío sin ya serlo. Cata es mi hermana y como tal me conoce como nadie. Tenemos historia, es bonito mantener en mi vida  alguien que sabe qué hacía y por dónde andaba y quien era hace quince años. Cata es a veces la menor, a vecer la mayor. Me obliga a comer miel sin chistar, me hace reír, me hace pensar en unicornios rosas que lanzan rayos lilas. La veo y pienso en ser mejor persona, si eso no es de las cosas más bonitas del mundo que baje Dios y lo vea. Mi Latina, mi M (¿¿¿o eras A???), mi Cotard, mi Brunette, mi Julissa, mi María. Descubro con ella que el amor es eterno, este tipo de amor lo es, porque a esta mujer la amo. ¿Sabés que un rollo de papel higiénico me cambió la vida? Gracias, gracias, gracias.

Con ellos he aprendido tanto que no me alcanzará la vida para medirlo. Son gente que quiero, admiro, respeto, con quienes río, lloro, me voy de fiesta, trabajo. Que se muestran, en todas sus facetas, que te dan la llave de su vida, son el paracaídas abierto con el que siempre confío en lanzarme al precipicio si hace falta. Son un pilar en mi vida.

Esos dos años marcan también el perder. Perder gente, amigos, vínculos, perder los estribos, la confianza, perder el norte. Siempre he dicho que el estar lejos es mover un colador: queda la gente y el recuerdo de aquello que no es negociable, pero que es mínimo. Sacudes el colador con gente y sólo quedan, colgados entre las redes, los tozudos que se sujetan y que aguantan el zarandeo, esos a los que les va la caña. Sólo los insistentes (recuerdos, personas, vivencias) sobreviven. Y eso está bien. Agradezco el colador: cuando el barco hace aguas es fácil saltar. Y hay un grupo de valientes que nunca salta, sacan agua contigo y acaban por salvar el barco, cada vez. Tengo pocos amigos, pero son las mejores amarras del mundo. Y eso, señoras y señores, es tener suerte.

jueves, octubre 02, 2014

Ese sitio curioso llamado Institut del Teatre

2007-2011

Entrar en el Institut del Teatre fue una casualidad. No era mi intención inicial para el último año que pasaría en Barcelona, pero ahí acabé. En las pruebas conocí a casi todos los que acabarían siendo mis compañeros de promoción, mis amigos y mis cómplices. Es curioso… recuerdo que alguien dijo que solía pasar que quienes se iban de birras el primer día juntos acababan entrando. La broma fue bastante cierta, porque creo haberme tomado una cerveza con al menos nueve de las quince personas que entramos a Dirección y Dramaturgia en el 2007.



Y entrar en el Institut fue soltar las amarras que me mantenían ligada al otro lado del charco. La razón tiene dos vertientes: el choque cultural fue contundente y descubrí lo ignorante que era.

Lo del choque cultural se resume con decir que me pasé una buena parte del año llorando. No exagero, más de una vez salí de clases para ir a llorar un rato. No es nada raro en mí, pero creo que fue un año especialmente duro: clases en catalán, incluyendo de elocución (tuve que enfrentarme a poesía catalana, toma métrica, intención y vergüenza al intentar pronunciar la “ll” y aún no lo consigo, todo bien…); exigencia de horas bastante fuerte (al matricular me di cuenta de que no permitían una carga académica menor del 80% del plan de primer año)… y entendí que aquí la manera de tratarse es distinta. No es mejor, no es peor, es otra. La gente es descarnadamente directa, las críticas son concretas y sin mediación de fórmulas sociales… claramente sobreviví porque mi generación resultó ser una excepción a la regla: nos caímos bien, nos hicimos gracia, nos hicimos amigos.




Al acabar el primer año me di cuenta de que no tenía ganas de irme a ningún lado. Entré pensando que haría el énfasis en dirección, luego me pasé a dramaturgia pero hice de optativas una gran mayoría de los cursos de dirección. Aprendí, sobre todo, que las notas son relevantes por orgullo… porque en la práctica a nadie le interesa quién se lleva las matrículas de honor.

Pasaron los años y este nuevo llanto cesó. Encontré gente dispuesta a enseñarme, ya no sólo en las aulas sino fuera de ellas. Amigos que he acompañado en momentos difíciles y que me han acompañado siempre que lo necesito. Nos inventamos un nombre para nuestra generación: Pachamama. La verdad que esa protección de la tierra –y me perdonarán si me paso de hippie- es real. Fueron y son mi yunta.

Al acabar el tercer año tuve que asumir lo evidente: no me estaba yendo a ninguna parte. Me había pasado un par de años con el “un año más” como excusa, pero esta tierra empezó a ser mía.



Tendría que hablar de mucha gente… de Joan y sus historias… y su radar para detectar cuando me baja el ánimo. De Mónica que nunca sabes cuando aparece pero cuando aparece es hermoso. Del clan dramatúrgico: Núria, Cris, unidas por esa cosa rara de dedicarse a escribir (somos ermitaños, propensos al encierro, frikis por definición, no pasa nada), de todos y cada uno que algo me enseñó; pero acepto que hay un trozo de mi corazón que encontró su sitio con Salva. Gracias a él, sus palabras, un té, un café, alguna siesta, mil trabajos juntos, ideas, sueños, malentendidos aclarados, fiestas, confesiones… gracias a él descubrí que el corazón anida donde le dan permiso. Gracias, amor, por darme permiso. Los novios de Teruel. El marica y la negra. Como en las películas adolescentes: BFF.

Pero como en cualquier centro educativo, lo que se aprende ha luego de soltarse. En esto llevo un par de años, aplicando sin ataduras lo aprendido, aprendiendo a confiar en que sé hacer las cosas, confiando en que lo que no sé ya llegará.

Gracias al Institut he aprendido la necesidad de una competencia sana. Prefiero ser cola de león y no cabeza de ratón. Ojalá algún día sea cabeza de algo, no tiene que ser el león… de hecho me gusta más pensar en ser cabeza de elefante: tienen paciencia, memoria, confían, tienen alas escondidas. Son animales sensibles pero fuertes, no agreden, solo se defienden. No trepan, caminan con paso firme y aprenden a nadar si hace falta.


Gracias al Institut tengo una compañía de teatro propia, que en realidad es mi familia. A los pulperos (la compañía se llama La Pulpe) los encontré por eso que no sabemos de dónde viene y llamamos casualidad. Y de ellos hablaré en breve, se merecen unas líneas aparte porque han sido los que me han hecho hacer un punto y aparte vital.

miércoles, octubre 01, 2014

¡Me caso por segunda vez!

Tras ocho años de la boda por la iglesia, me resulta muy divertido pensar en ella. Pienso en que decidí casarme con unos zapatos sin tacón y aún así acabé descalza. Que tenía el pelo súper corto y me negué a ponerme extensiones o cualquier añadido que me cambiara mi look natural. Pero por otra parte llevaba unas uñas larguísimas, típicas de novia (manicura francesa) y un vestido de esos blancos, con cola de metro y medio, velo aún más largo que la cola. Si me casara de nuevo no haría la mitad de estas cosas, pero supongo que eso es fácil de decir cuando ya se han hecho una vez.







He ido a muchas bodas… y queda mal que lo diga yo, pero ninguna como la mía. Tenía un objetivo, que era pasármelo genial. Así, bailé sin parar, hice el tonto, payaseé, bebí whisky…

Creo que esa es la historia que más gracia me hace. Dos horas después de empezada la fiesta llamo al camarero a la mesa. Viene y empieza el diálogo más surrealista del mundo.

YO: Me pones otro whisky con hielo, por favor.
CAMARERO: Ay, mi amor, le quedo mal… su mamá mandó a cerrar la barra.

Cara de póker. Pienso que no me ha entendido.

YO: Pero… es que quiero otro whisky.
CAMARERO: Su mamá nos lo tiene prohibido.

A todo esto hay que explicar que había dos personas que estaban al borde de la intoxicación. Una de ellas casi acaba con la cabeza abierta en dos, de ciega que iba, al intentar sujetarse a una columna.

YO: Ya… pero… es que…
CAMARERO: Lo siento.
YO: Pero ¿ves el vestido que llevo, no?
CAMARERO: Sí, pero no puedo.
YO: ¿En serio?
CAMARERO: Vaya pídale permiso a su mamá.

No me lo puedo creer pero conozco a mi madre, así que me recojo la cola y voy hasta donde está. Tengo que pedirle permiso.

YO: Ma, le pedí un whisky al camarero y no me lo quiso poner.
MI MADRE: Ah no, es que la barra está cerrada.
YO: ¿Ma?
MI MADRE: Vea a Fulano… y a Fulanita, es que no puede ser.
YO: ¡Ma!
MI MADRE: No.
YO: ¡Ma, es mi boda!

Mi madre piensa unos segundos.

MI MADRE: Bueno, pero sólo a usted.

Vuelvo donde el camarero. Para cuando vuelvo llevo detrás a unos cinco amigos que se han dado cuenta de lo que pasa y esperan el veredicto.

YO: Dice mi mamá que me puede servir el whisky.

El camarero mira por encima de mi hombro, me giro y veo que mi madre asiente con la cabeza. Entonces y sólo entonces se mete detrás de la barra.

YO: Y cinco más para mis amigos.







Al rato mi madre afloja o el camarero pierde la paciencia con tanta gente pidiendo alcohol. En todo caso me hace gracia porque esa es mi madre: la que consigue que le nieguen una copa a la novia. Jajaja. La fiesta sigue, cuando llegan el tequila y los disfraces no hay nadie sentado. Años después aún miro las fotos y sonrío.


Recuerdo a mi amada madrina (Cata) y a mi amada testigo (María José) pendientes de mí a cada segundo, pero también disfrutando conmigo. De los 45 minutos que nos pasamos metidas en el lavabo, ellas intentando recogerme la cola del vestido para que pudiera bailar sin pisármela y una prima de Fernan a la que no conocía (y no hablaba español) mirándome mientras yo pensaba que se había colado. A Fernando arrugando la nariz por el tequila y con una peluca de afro. A los primos noruegos que no entendían las prisas para comer hasta que se dieron cuenta de que en Costa Rica lo importante en una boda es bailar. A los primos catalanes inventándose juegos de llaveros. A mi familia, tan grande y tan sonriente. Y al montón de amigos que aún conservaba y que fueron parte.


Me casé de blanco. Con velo. Por la iglesia. Hoy me parece ficción, pero de la buena y bonita.


Y aquí abajo está el texto original que escribí sobre la boda unos días después, en el 2007.

El sábado 18 de agosto me desperté temprano, desayuné con mis papás y mis suegros… sin Fernan porque lo echamos de la casa desde el día anterior. Arreglé algunos detalles que habían quedado sin resolver y a la 1 p.m. fuimos donde la maquillista, estuvimos ahí hasta las 4 de la tarde. Al regresar a casa me peiné –realmente fue sencillísimo porque mis rizos son amigables –y me serví el primer whisky. Para cuando llegó Julia Ardón a empezar a hacerme fotos, como a las 4 y media, ya iba por el segundo.


Entre mi mamá y mi hermana me metieron en el vestido. Acabé el segundo whisky. Todo se volvió un poco loco, mis papás y hermana discutían detalles, iban de un lado al otro mientras yo me estaba sentada en el sofá, tranquila, relajaaaadaaa (aunque no fue ron, el consejo de un amigo bloggero de beber algo fue muy útil, lo recomiendo ampliamente).



A las 6 menos cinco salimos de casa… siete minutos después entré en la iglesia, caminé la mitad del pasillo sola y mis papás me esperaron a medio camino. No podía parar de sonreír, confieso que un 10% eran nervios, pero el resto pura felicidad.

El sacerdote hizo una misa muy bonita y natural. Como notas curiosas cuento que mi amiga Cata, la madrina, tuvo problemas serios para abrir el cofrecito con las arras, la pobre… incluso salieron volando algunas. Tras los votos, el mejor amigo de Fernan y padrino de bodas, Ben, cantó “Here there and everywhere” de The Beatles. Tras las fotos en la iglesia salimos rapidísimo para el sitio de la fiesta. Allí nos esperaban muchas sorpresas hermosas, canciones, un brindis lindísimo a cargo de mi padre. Luego empezó el fiestón. Bailamos, brincamos, tomamos tequilas…

Después siguió la fiesta, tiré el bouquet, Fernan la liga… más tequilas, más grupo tocando… realmente genial. Hasta los menos animados acabaron bailoteando, hasta el más serio se subió en la tarima a entonar alguna canción con el grupo.

En todo caso, todos los comentarios sobre la boda han sido geniales… dicen por ahí que es de las bodas más bonitas que nadie haya visto y que el amor y el cariño se sentía correr. Yo lo sentí toda la noche, eso lo puedo asegurar, de ahí que en mi caso las lágrimas fueron muy tímidas; como le dije a una de mis tías: yo estaba tan pero tan feliz, realizada y extasiada que me sentía por encima de las lágrimas.
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