jueves, septiembre 27, 2007

Placeres recientes

Hasta los doce años, más o menos, me negaba a probar cualquier cosa que no fuera pollo, galletas, atún de lata, huevos revueltos y cereal. Separado, evidentemente. La cebolla, chile dulce (pimiento), culantro, apio y cualquier otro condimento sólido –incluso el tomate cocinado- me daban asco. Podía arquear si los mordía.

La hora de comer siempre era una tortura, al menos entre los 6 y los 9 años. Yo lloraba porque no quería nada, mis papás sufrían y variaban de estrategia para intentar lograrlo… desde darme más de lo que sí comía hasta sentenciarme a una o dos horas en la mesa (en serio, dos horas) con un “no se levanta de la mesa hasta que termine”. Mi papá, hace unos años, se disculpó por joderme tanto con el tema.

De adolescente le di una oportunidad a otras cosas… muy pocas, probé el aguacate, el ceviche y comí carne. Digamos que podía comer en casas de amigos sin morirme del asco, pero poco más que eso.

Antes de venir a España tenía todavía una larga lista de “no me gusta”. Recuerdo la primera Navidad en casa de la familia de Fernando, declaré antes de cenar que iba a tener problemas porque no me gustaba el jamón (serrano) ni el caviar. Ja. Lo que pasa es que en ambos casos, lo que había probado no se parecía en nada. Cuando Fernan me vio devorando ambas cosas se moría de la risa. Llegó a la conclusión de que me gusta siempre y cuando sea del caro… o sea… me jodí. Gustos de rica con bolsillo de…



Lo mismo me pasa con el sushi y la comida asiática en general. Me daba asco, directamente, pensaba en pescado crudo y algas y puagh. Tampoco ayudó que en el 95 hice un curso cortito de japonés y la profe nos preparó algunas cosas… me parece que no era buena cocinera o mi paladar no estaba listo, en todo caso desde entonces y hasta el 2003, más o menos, me negué.

Ahora soy fan. Y ando antojada de sushi… bueno, siempre estoy antojada de sushi, es como si mi apetito por ese gustito a soja y wasabi no se agotara. Y pienso en todos los años que me privé de semejante maravilla del mundo…

Ojo estos pen drives-llaves mayas... jijiji


Yo quiero una almohada de estas:

miércoles, septiembre 26, 2007

Ya viene el otoño :-P

El termómetro marca 20 grados, unos ocho menos que hace una semana y unos quince menos que hace mes y medio. Otra vez… el frío… otra vez. Lo único que me gusta del invierno es la ropa ¡pero es tan cara! Por mí que nos quedemos en 20-25 grados todo el año. Todo. Y sin lluvia, por favor.

Estoy hasta las orejas del Tratado de Libre Comercio de Costa Rica con Estados Unidos. Entiendo su importancia y repercusiones, entiendo que en pocos días es el referéndum, entiendo que se ha alborotado el panal –y con justa razón –por el memorándum y la renuncia de Kevin Casas, entiendo, entiendo. Pero que alguien entienda que si no voy a votar, llega un punto en que todo el tema me agota, estoy cansada de que me manden mails sobre el asunto, de que me pidan “manifestarme” y de que hablar del TLC sea sinónimo de profundidad y preocupación por el futuro del país, cuando en algunos casos es pose. (Acepto pedradas por traidora a la patria, valeverguista y cualquier otro epíteto, todos serán bienvenidos)

Ya tenemos piso. O eso parece. Hoy firmé la reserva y si todo sale bien el viernes firmamos el contrato y nos dan la llave. El piso está bien. No es el que más me ha gustado pero creo que quedará bonito después de que pasemos por Ikea a comprarle un par de tonterías.

Hoy me hace falta mi amiga Ale. Pienso que es muy gracioso que me haga falta, porque tenemos unos cuatro años de ser amigas, y de esos cuatro, tres hemos vivido en países diferentes y no hemos coincidido en Costa Rica ni una vez. O sea, que somos amigas por email y a veces –pero muy pocas –por messenger. Con Ale me pasó algo similar que con Cata, nos pasamos cuatro años de universidad sin hablar casi. A mí ni siquiera me caía mal, es que no me caía. Un día, sentada en un salón recibiendo información sobre una beca, me la encontré. Gracias al largo proceso que siguió y un viaje –digamos curioso -a Guatemala, conocí al ser humano tan hermoso que es. Ale me canta las verdades siempre y siempre lo hace de una forma sabia. A pesar de lo corto del trato “directo” es de las personas en quienes más confío, cuando estoy en crisis siempre pienso en ella. Ahora me hace gracia leerla, en Ucrania, construyendo una vida en ruso. Tiene unas agallas… Hicimos un date cibernético para “vernos” mañana y tengo unas ganas, como si fuera un café en la esquina de mi casa.

Y ya está. Me voy a dar una vuelta.

domingo, septiembre 23, 2007

Marceau has left the building


Yo, desde que era muy pulguita, tenía una afición por imitar. Hacía personajes variados, desde el entonces presidente de Costa Rica (Luis Alberto Monge… queridos… compatriotas) y personajes de la tele hasta las bailarinas del carnaval de Río (tiene gracia pensar en una cachetona negrita de cuatro años, con sus calzones de vuelitos metido entre las nalgas, moviéndose según ella como si bailara en una comparsa). Esto era con mis papás, pero más aún con mi hermana.

Cada noche tenía que darle función. Cuando mi mamá nos mandaba a dormir yo me subía en la cama, cantaba el jingle del “programa” (se llamaba Chistes de mal gusto) y hacía sketches para ella. Mi hermana siempre fue el mejor público, de hecho entre nosotras tenemos la broma de que ella, de lejos y con sólo mover la mano, me provoca cosquillas… y que yo, con sólo decir “caca” la puedo hacer reír.

Eventualmente, estos “numeritos” infantiles trascendieron la habitación de las hermanas Duncan y pasaron a la familia entera. En este caso, hacía sobre todo mimo (o lo que yo entendía por mimo con ocho o nueve años) con mi primo Andrés. Recuerdo como nuestros grandes cuadros el inflarlo como si fuera un globo, asomarnos por un invisible muro o tirar de una cuerda… nos la pasábamos genial haciendo estas cosas en cada fecha especial. Es más, se volvió una tradición que hiciéramos algo "teatral" en el día de la madre, del padre, navidad, el día del niño.

Cuando entré a estudiar Artes Dramáticas tuve seis cursos de expresión corporal. Confieso que siempre me dieron pereza, pero también confieso que el curso de mimo me divirtió mucho. Descubrí las posibilidades que tiene (aunque también tengo que decir que no soy muy hábil) y aún más cuando conocí a Shannon, una profe de mimo con la que coincidimos varios en un taller de Commedia dell’Arte en Venecia. Verla jugar con sus manos era un placer.

Shannon estudió con Marcel Marceau. El hombre que redefinió el mimo como una expresión importante dentro del teatro… de hecho se estudian sus ejercicios, sus ideas y probablemente ningún mimo profesional se atrevería a negar que, en esa área, Marceau era el maestro. Se murió, como cualquier ser humano… estará en el “más allá” divirtiendo a otros más, pero calladito, como siempre.

miércoles, septiembre 19, 2007

Quina mandra!

Hoy es uno de esos días laaargos y chiclosos en los que no pasa nada de nada. Pero tanta tanta nada que ni siquiera se me ocurre nada que decir, hacer o pensar. Y me niego a lavar los platos, que es lo único práctico que puedo hacer a esta hora.

En serio empiezo a saturarme con el tema de los pisos. Necesito saber qué ondas con dos que vimos y entregamos los papeles y me da pereza llamar a las inmobiliarias… a las 4 me pongo en eso, sé que me toca, aunque los de las agencias hayan dicho “esta tarde te llamo sin falta” y ‘esta tarde’ fue hace dos días.

Cuando se inventó la pérdida de tiempo, se decidió que días como hoy existirían para ejemplificarlo.

Me gusta la palabra pereza en catalán: MANDRA. Suena como algo espeso y turbio, como una pereza muy muy gorda que no cabe por las puertas.

Bla bla bla. Quiero un control remoto como el de Click (qué película más estúpida, no aguanté más de media hora viéndola) para darme fast-forward hoy.

Me voy a sacar fotos a la calle. O a andar en bici.

O no… qué pereza.

martes, septiembre 18, 2007

Todo por el módico precio de 10 mil euros

Sí, sí, el piso está muy bien. Baño y cocina recién reformados, techos altos de esos que me gustan, un salón enorme y un petit balcón que mira a la Gran Vía. Tiene tres habitaciones y en total son ochenta metrazos cuadrados. Qué bello, how nice, maco!

Pero (pequeños saltamontes, siempre siempre siempre hay un pero): piden dos meses de fianza (1700 euros), un mes más IVA para la agencia (990 euros), 274 euros de un impuesto divino de la Generalitat (me pregunto por qué el DUEÑO no lo paga si es SU piso y va a ser él quien gane dinero con los inquilinos), 130 euros de un seguro civil sobre la finca (por aquello de que alguien joda el ascensor) y el mes del alquiler (850). Además hay que darse de alta de luz, gas y agua (unos 400 euros más según el señor de la inmobiliaria), el contrato es por cinco años con dos años de cumplimiento obligado (si no, hay que pagar 800 euros de penalización). Según los ingresos que tengamos, tendremos que hacer un aval bancario de entre dos y seis meses (entre 1700 y 5100 euros congelados en el banco). El total podría llegar a ser, fácilmente, de 10 mil eurazos. Toma.

Como si fuera poco, del banco tienen que certificar que somos buenos clientes y no gastamos todos nuestros dineros suciooos de zopetón, y la dueña de los pisos de ahora recibirá una llamada para que jure que no andamos en pelotas por la escalera, ni usamos drogas duras, ni vendemos los electrodomésticos del piso.

Todo esto se cumplirá si llevo a la agencia el DNI de Fernando, contrato de trabajo, últimas tres nóminas y pago 300 euros por “reserva”. Si el dueño no nos quiere, me devuelven el dinero, pero si soy yo la que ya no lo quiero, pierdo el dinero.

A estos les podrá fallar todo, menos la máquina registradora.



Seguro que una vez entregado todo me piden un certificado oficial médico de no poseer enfermedades infectocontagiosas dignas de cuarentena y un masaje de pies para la secretaria del agente inmobiliario.

Grrrrr grrrrr grrrr… malditos mojarras.

lunes, septiembre 17, 2007

Rumores blasfemos

No sé por qué me despierto pensando en una excompañera de carrera. Cuando estaba como en segundo año o por ahí, R se suicidó. Toda la historia fue muy rara: estaba embarazada, se encerró en un cuarto con el novio, escribió una carta de despedida (bueno, según los chismes sólo la firmó porque la letra no era suya) conjunta y varios días después el olor alertó a alguien. Abrieron la puerta y donde se supone que debería haber dos cuerpos sólo estaba el suyo… el novio se fue a una finca con sus primos y ahí estaba tan tranquilo (eso es interpretación malsana mía) mientras el cuerpo de ella se empezaba a descomponer.

Recuerdo que el muchachillo después caminaba con la cabeza muy baja, sobre todo si veía venir compañeros de ella y no volvió a saludar. Muy raro todo, ni digo mis conclusiones porque son muy “juertes” y hasta es delito.

Hace unos años también murió Laura. Fuimos amigas los tres primeros años del colegio. Después se pasó de “bando” y con otros amigos míos, dejamos de ser cercanas, pero antes de eso fuimos cómplices, nos reímos mucho, nos contamos cosas. De los recuerdos más graciosos (muuuy adolescente, por cierto) que tengo de ella es cuando, junto con otra compañera del cole, hicimos competencia de quién podía comer más pedazos de pizza. Ganó Laura, me parece, con doce porciones. Yo quedé tercera con diez.

Todavía me acuerdo cuando la fuimos a ver al hospital… la leucemia se la estaba comiendo, juro que se había encogido y le costaba sonreír. Supongo que no ayudó ver a tres amigas llegar de la nada, después de años y años de no verlas… cualquiera se supone que las cosas no andan bien. El funeral fue aún más raro, estaba sonriente metida en su caja, pero el vacío en el estómago fue enorme. No sólo había muerto alguien de mi edad (y entonces yo tendría 21 ó 22) si no que la iban a incinerar. Fue la primera vez que consideré que lo que digo de que “me saquen los órganos útiles y luego me incineren” talvez no sea tan buena idea.

La muerte es tan rara. Yo le tengo un poco de miedito, pero no a la mía, si no a la de la gente cercana. Es rara rara rara. No hablo del dolor que puede provocar, o del impacto para la gente cercana… hablo del capricho de la existencia. Se acaba a veces de las formas más bizarras.

Ya lo dice esta canción de Depeche… I don’t want to start any blasphemous rumours but I think that God’s got a sick sense of humour, and when I die I expect to find him laughing.

domingo, septiembre 16, 2007

Mi fin de.

Con el humor anunciado, la verdad que el fin de semana fue más movido de lo previsto. El viernes vimos un piso que se caía a pedazos, con un agente inmobiliario que me saluda como se fuéramos viejos amigos (nos hemos visto tres o cuatro veces en dos semanas), tanto que le pregunté hace unos días por su alergia y demás. Salimos huyendo de ahí a paliar el impacto comiendo perritos calientes de Ikea. Luego al supermercado y de vuelta a la casa.

Sábado vimos tele hasta que nos explotó el cerebro… este capítulo se llama “Denise y las series”. Nos sentamos horas a ver capítulos de “24” y me di cuenta (aunque es evidente) que me encanta la estructura de la serie y la movidita que es, pero si se le analiza ideológicamente es de salir corriendo, porque justifican las acciones antiterroristas de los gringos y terminan poniéndote de su lado, al menos durante los capítulos.

Salimos a dar una vuelta y volvimos pronto porque el Portal del Angel estaba a petar de gente y yo soy un poco anti-aglomeraciones (por no decir que me sacan de quicio y me dan ganas de gritar). No sé de dónde sale tanta gente en esta ciudad, juro que cada día veo más y más masas humanas. Puagh.

Se supone que por la noche íbamos a una fiesta de cumpleaños (de una amiga de una amiga) pero me rebelé, estoy harta de hacer cosas que no me apetecen sólo porque alguien se puede resentir. Además a la cumpleañera en cuestión la he visto DOS veces en mi vida, así que no entendí muy bien qué pitos tocaba yo en esa fiesta. Paso.

Eso me puso a pensar en que los compromisos son una mierda. O sea, como que a veces la gente no entiende que me gusta estar sola, que no me gustan particularmente las fiestas (al menos no las que están llenas de gente que no conozco) y que disfruto más yendo al cine y a cenar que tomando copas de bar en bar. Siempre he sido así, aunque disfrute de vez en cuando estar hasta el amanecer bailando o cuando las fiestas son en mi casa no quiera que nadie se vaya hasta tarde , y no veo porque tenga que ser de otra forma por quedar bien.

Hoy fuimos a almorzar en casa de unos amigos, con otro amigo que vino de Madrid. Después de hablar de todo lo posible, desde Fernando Alonso y el espionaje en la Fórmula 1 hasta la compra de casas en Costa Rica, nos vimos a casa.

Entonces yo, que soy buena para eso, me pongo a pensar por qué hay gente que directamente me da pereza, aunque les quiera, y por qué otros me gusta tanto verles. Y voy a sentirme mala por un rato hasta que me doy permiso de sentir lo que me da la gana.

Hasta que vuelvo al pensamiento de que hago lo que me da la real gana, puntoseacabó y que quien me quiera así es bienvenido… y el que no que se busque personas menos antipáticas para su vida, yo estoy muy vieja para jugar a caerle bien a todos.

he dicho.

viernes, septiembre 14, 2007

Cancelado por mal tiempo

Todo iba bonito –menos el clima, odio los días nublados –cuando de repente ¡zaz! El asunto empezó a estremecerse y ahora… cha cha cha chaaaaaaán:

Anuncio la cancelación por mal tiempo de:

1. el único piso que me ha gustado hasta ahora… ni siquiera se lo alquilaron a alguien más, simplemente los dueños están dividiendo sus propiedades legalmente y ya no van a alquilar ni costra hasta nuevo aviso (en la inmobiliaria me han dicho que serán dos meses más o menos y que “puedo pasar a recoger los papeles”). Muy emocionante, muy de thriller, de suspense esto de que me queden DOS semanas para encontrar algo. Después de haber visto unos 12 pisos empiezo a sentirme en un reality show. Empiezo a creer, también, que mis estándares deben ser revisados… o lo que es lo mismo, a bajarme de la nube se ha dicho.

2. mi ordenador. Mi mac ha muerto, bueno, no ha muerto, pero decidió que su tarjeta de vídeo ya no iba a funcionar y hay que cambiarle no sé qué más, así que arreglarla cuesta 950 euros… maldita manzanita, no pudo con mi ritmo, ni siquiera porque hasta nombre le puse (se llamaba My B. Kiddo). Con ese precio por su tratamiento es evidente que la vamos a inyectar para que no sufra… pasará a ser un disco duro externo malísimo, porque ni siquiera tiene tanta memoria. La parte buena es comprar otra, la mala es pagarla.

3. mi buen humor. Desde ayer ando con una cara de zombie que no me la quita nadie. La justificación es sencilla, me puse a escribirle a una amiga sobre lo bueno y malo de mi último viaje a Costa Rica y entre la nostalgia y el revivir ratos me quedé así: CHOF. Ya se me pasará, supongo, pero ando más averiada que la susodicha del punto 2.

Y ya está… menos mal que es viernes y tengo a Fernando para que me mime el fin de semana. Si no lo muerdo, claro, porque mal humor es mal humor y no distingue.

Estruendo y furia

Sumergirse en la ola, en el vacío, en el perímetro que separa un cuerpo del otro.

Abandonar la resistencia y saludar con ímpetu a los caracoles amarrados a sus conchas.

Sumergirse tan solo por probar, para sentir los arañazos de los corales y dejar que la arena se cuele entre los poros.

Dar vueltas, caóticas, fascinantes, entre el estruendo y la furia, dejando que el paladar se acostumbre al miedo. Retozar con el miedo hasta hacerlo propio, lleno, palpitante, tan asquerosamente corrosivo que se vuelva tierno.

Sumergirse y permanecer inmerso, un segundo, dos, tres, hasta que el alma amenace con dejar el edificio. Hacerle la corte al mar con frases hechas que suenan a nuevas, hasta que no pueda resistir el impulso y baile al unísono, bailar con el mar, no contra él.

Y después… saber cuando salir a flote, lo que ahoga no es la ola, es quedarse demasiado tiempo extasiado y querer emerger cuando el agua empieza a llenar los pulmones.


Querida… pocas veces habrás sacado una foto tan clara en significados.

jueves, septiembre 13, 2007

Malditos piropeadores...



Voy caminando por la calle y un tipo, a unos cinco pasos de mí, empieza a decirme idioteces. Me hago la que no oigo y termino esperando a su lado a que cambie el semáforo peatonal. Cuando estoy a dos palmos suyos no es capaz de decir nada… pero en cuanto empiezo a caminar y vuelve a tener distancia protectora, empieza de nuevo.

Me volteo, le pregunto si me conoce, como los dos sabemos que no, le digo que no me salude, que no me hable y que aprenda a respetar a las mujeres. Medio se acobarda, medio no, hay varias personas cerca pero ninguna se da por enterada… podría hacerme cualquier cosa y es evidente que nadie quiere meterse en camisa de once varas. Finalmente el tipo se aleja… mientras tanto yo pienso “tenía que ser latinoamericano” y me reprendo a mí misma por pensarlo, pero es que ya tengo mucha experiencia en el campo. Me vengo a la casa con el hígado pateado, a punto del vómito, con la vena de la sien derecha amenazando con explotarme.

Cerca de mi piso hay un par de sitios de reunión de tipos latinoamericanos que siempre tienen alguna vulgaridad que decir cuando pasan chicas al frente. Siempre, pero siempre… jamás he pasado por ahí sola, en horario de mucha gente, sin recibir algún “ptsss, adiooos, uuuy, mamacitaaa”. No importa si he subido de peso, o he bajado, si voy en minifalda o con falda por los tobillos. Y las mujeres, en su mayoría, lucen los michelines sin pudor, medio tallados y medio salidos de sus blusas despampanantes con escotes de miedo, mientras hablan a gritos.

No estoy exagerando, eso es exactamente lo que pasa.

No todos somos así, es verdad, de hecho tiendo a creer que son una minoría y que es más fuerte ese estilo en ciertos países (no digo cuales porque no quiero ofender, pero jamás he sido acosada por -digamos- un chileno), pero desgraciadamente estos son los que más llaman la atención. No justifico la xenofobia, ni la discriminación ¡pero a veces entiendo de dónde sale!

Si salgo a la calle en Costa Rica y lo que veo por doquier –por llamativos que resultarían- son españoles borrachos, seguro que llegaré eventualmente a creer que son generalmente así.

Por desgracia: metonimia inevitable, la parte adquiere el valor del todo.

lunes, septiembre 10, 2007

Diccionario básico para la búsqueda de piso

A veces el lenguaje nos juega malas pasadas, todo por no conocer el significado real de algunas palabras. Con el fin de reducir los malos entendidos a la hora de buscar piso, apartamento o casa dónde vivir, he aquí una guía rápida con algunas de las palabras que he aprendido últimamente.


A.
Agente inmobiliario: pobre pardillo igual que uno que se dedica a sonreír a extraños, venderles aire pero hacerlo pasar por oro y –encima- a lo mejor no tener ni piso propio.

Amueblado: dícese de aquel piso en el cual los dueños han ido depositando todos sus trastos viejos, con el fin de cobrar más al arrendatario incauto, que no sabe si debería estar furioso por el timo o agradecido de vivir entre tanta reliquia.

Ascensor: del latín ascensor ascensoris. Bien bastante reciente, inexistente en algunos edificios de Barcelona… (pero seamos serios ¿un 5º piso SIN ascensor y la finca tiene entresuelo y principal?).

Ático: último piso de los edificios viejos, usualmente de pocos metros cuadrados y que se cobra a precio de suite presidencial en un Marriot.

Aval bancario: figura mediante la cual tu dinero, correspondiente a 4, 5 o 6 meses de alquiler, queda congelado por todo el plazo que estés en dicho piso, sean dos o tres o veinte años… por si algún pillo quiere escaparse sin pagar, o en su defecto, para que unos pocos puedan alquilar sitios decentes y otros muchos vivir compartiendo con la amiga Anacleta, su novio Juan Leoncio, la prima Chuchis, el perro Bolet y el gato Calçot.


B
Badalona: provincia de Barcelona a la que todavía resisto para irme a vivir, a pesar de ser más barata…

Balcón: esa cosita, algunas veces minúscula, que aumentará exponencialmente el precio del alquiler… más aún si es de cara a alguna calle interesante de la ciudad, y que usted probablemente jamás use más que para cuando llegan sus amigos fumadores.

Buen estado: piso hecho pedazos que sus dueños intentaran enmascarar con una capita de pintura o una mesa de comedor nueva, o que dirán que es "antiguo" por no decir "viejo, sucio, medio roto". Si se mira bien es posible que se vea el estado no tan bueno de detalles como la tubería, instalaciones eléctricas o ubicación.

Buena zona: piso caro o carísimo.

C
Calefacción: bien del orden del ascensor ascensoris, poco común y caro de pagar… con lo paradójico que eso pueda ser en un país con inviernos largos y fríos.

Coqueto: como me dijeron por ahí, quiere decir “diminuto”.

Correcto: dícese de algunas cocinas que se caen de viejas, inservibles e indeseables pero siguen funcionando. Ej: estado de la cocina: correcto.

E
Exterior: dícese de aquel piso que, dando a la calle, tiene mucha luz. Como es bien sabido, la luz se cobra aunque salga del sol y no del dueño. A más exterior, más euritos, sí señor.

Estudio: habitación mediana o grandecita (de unos 25 m2 o menos) que el dueño ambientó, pintó y llenó de muebles raros de diseño para cobrar por él más que por duplex en el Paseo de Gracia. Algunos no tienen cocina, pero eso los convierte en un sitio aún más alternativo. Wow, ¡18 m2 sin cocina por solo 550 euros, voy a morir de placer!

I
Interior: piso que puede entrar en cualquiera de las siguientes variantes: 1. sitio callado y con suficiente luz, pero sin vista a la calle. 2. sitio callado por tratarse de un zulo oscuro y gris del que saldrás para no deprimirte. 3. sitio cuyo pecado es dar al patio de vecinos… y con eso dije suficiente.

J

Junto a: metro, mar, buses, mercado… entiéndase junto a cualquier comodidad que hace subir su precio.

L
Loft: estudio pero en chic, con pedigrí.

M
M2: metros cuadrados, calculados según el ojo que mire… es increíble lo que cambian 40 m2 de un piso a otro, lo digo por experiencia propia, no es lo mismo 40 m2 cerca de la Sagrada Familia y sus picos gaudianos que en el Poble Nou (ahí se estiran un poco más). De ahí que sospecho que la “m” no debe ser de metros, si no de “mentirosos” :-P

N
Nuevo: piso que seguramente será muy bonito, muy pequeño y muy caro… o exactamente lo contrario, pero en este caso será impagable.

P
Paciencia: lo que le pido a Dios todos los días y a cada momento, lo que se necesita para no decidir vivir debajo de un puente –que es menos lioso-.

R
Reformado: aquel piso que –antes de que caerse a pedazos –fue rescatado por el dueño. En algunos casos con buen resultado, en otros se trata de un simple maquillaje para hacer creer a los posibles arrendatarios que aquella mancha en la pared no es humedad disfrazada, si no pintura expresionista.

U
Un Ambiente: piso igualito al estudio pero definido con más arte. Olé.

V

Vivienda digna: el chiste del día. Jua jua jua jua.


Sigo sin descubrir que quiere decir “finca regia” o qué carajos es la cédula de habitabilidad –o algo así -, y creo que puedo afirmar sin miedos que esto de buscar piso es asqueroso.

He dicho.

Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver


Lo que digo yo: Soy, o al menos eso he creído siempre, muy maternal. Me gustan los bebés, los niños… disfruto con ellos y desde siempre me he visto a futuro con hijos. De ahí que me llamara mucho la atención el libro de Shriver, pero justamente por su confrontación con los tabúes y prejuicios sobre la maternidad, la familia, el amor.

El libro, narrado por medio de cartas de Eva a su esposo, cuenta la historia de una familia, liderada por Kevin, un carajillo insoportable con el que su madre no sabe qué hacer. A partir de esto, la autora es hábil en desgranar elementos muy sintomáticos de la sociedad estadounidense (y de otras probablemente también), del papel de la “madre perfecta” VRS la real.

Sin embargo, no se trata de eso solamente: de hecho el libro lo que deja es un amarguito en la boca por las incapacidades humanas (de amar, de comunicarse, de decir la verdad aunque sea políticamente incorrecta) y sus consecuencias. A veces es un relato cruel, duro, gráfico, sádico, sarcástico… vale mucho pero mucho la pena.

Sumando tiempos antes y después del viaje a Costa Rica, me lo leí en una semana… devoré sus 600 páginas casi sin respiro y desde la página 300 repetí “no quiero que se me acabe”, de esos libros que te dejan con una sensación de duelo cuando se llega a la última página.

Lo que dice la contraportada:
Eva es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo de publicidad, decide, con muchas dudas, cerca de los cuarenta años, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin.

Pero casi desde el comienzo, nada se parece a los mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad, convirtiéndola en el mero contenedor del hijo por nacer. Y Kevin es el típico bebé difícil, que tortura con sus llantos, que no quiere comer. Se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el antihéroe a quien sólo le interesa la belleza de la maldad.

Al llegar la sangrienta, mortífera epifanía de Kevin, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre.

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