sábado, febrero 25, 2006

A veces.

A veces no tengo fuerzas para atar mis cordones a tu cintura. A veces desfallezco en el intento de ser eterna y etérea figura anhelando tus abrazos. A veces te cambio por un suspiro, te dejo de lado por un intento, te anulo ante las circunstancias.

Algunas veces quisiera dejar de penar por el pasado, atar con cordeles hinchados las rabias que olvido cuando la calma me corroe, suspender la búsqueda de sobrevivientes. En esas pequeñas puertas que se abren, algunas veces veo luciérnagas destripando el deseo. Y sobre ellas, a veces, espero ver un desfile de tumbas abiertas de las que no salga, ya no, ni un último respiro.

A veces quisiera abrazarte y abrasarte, más lo primero que lo segundo, antes de que puedas suspender el silencio y emerger de mis propios ojos, renovado y sujeto al tsunami de los humores. A veces quisiera que no tuvieras que sumergirte frente a la ola, o intentar no naufragar en ella.

No soy quien para decirlo, pero a veces quisiera que me acunaras un segundo más, uno más de lo debido, y me dijeras qué soy, o que reconocieras mis heridas sepultadas con paciencia, añejas ya pero suspendidas sin horarios.

Algunas veces esperaría tener la fortaleza para decírtelo, para mostrártelo, para extinguirme. A veces sería agradable dejar de dudar y creer en las promesas que veo detrás del muro, porque no es tan alto a pesar de que no tengo escalera.

A veces, solo algunas, quisiera desprenderme de los miedos y adoptar tus sonrisas. Préstame el abrigo. Sí, tengo frío.

lunes, febrero 20, 2006

¿Y si lo secuestro?

Hoy me duché pensando en el encuentro. Desayuné cualquier cosa, me estampé frente a la puerta en el aeropuerto, me sentía más pequeña de lo real, más frágil, más voluble.

Miré diez mil veces la pantalla donde decía “Llegadas” y cada vez que lo hacía, confrontaba la hora con mi reloj de pulsera.

Estaba tan pendiente que me distraje un momento. Creo que estaba viendo el teléfono una vez más, para ver si esa hora era la misma que la otra. No sé.

Entonces Fernando, sin conocerlo más que en fotos, me dijo “Denise, mira, mira”. Subí la mirada y ahí estaba, con una sonrisa de esas que conmueven.

Mi papá. Ese señor que admiro y quiero, y adoro y escucho. El señor de chocolate.

Después de 16 meses y un poco más, es demasiado tiempo para ese del que mi madre no cansa de decir que "no perdí patada", es decir, que no podemos ser más parecidos.

Lo abracé, claro, y luego me puse llorona, muy en mi estilo.

Lo bueno es que estaba tan contenta que me duró un par de segundos. También es verdad que solo lo tengo un par de días.

Pero hay que ver lo feliz que me hace.

Y lo que lo voy a extrañar… cabrona soledad adelantada.

Pero de eso hablaré cuando sea necesario.

También puedo secuestrarlo y pedir como rescate a mi mamá y a mi hermana… y ya que estamos que se traigan a mi prima M... sí, la de "música para viejos".

¿Funcionará?

jueves, febrero 16, 2006

Lluvia, nostalgia, ecuaciones.


Hace sólo dos meses que dejé de vivir en La Coruña y cuando vuelvo ya me siento turista. No es que los lugares nuevos que han abierto me desubiquen, o que me parezca extraño el cielo gris porque ese especialmente me lo tengo bien conocido. Es más bien que lo que tenía seguro durante más de un año ya no está donde lo dejé. Ya las clases de mi máster no existen (paso de hablar de la Universidad, ni siquiera mis malos comentarios se merecen), mis amigos andan dispersos o regresaron a su país, no tengo casa (evidente, me toca dormir en el suelo de casa de Fer que amablemente me da hospedaje)…

Soy una turista con nostalgia, con "morriña" dicen por acá.

Cuando llegué odiaba todo, desde el acento hasta el clima. (Me acabo de asomar a la ventana y sigo odiando el clima…) Pensaba que los gallegos eran malvados, jeje. Y bueno, tienen su punto, pero algo que aprendí aquí es que el gallego que te abre la puerta a su vida te abre también un espacio imperecedero en su corazón. Esos seguirán siendo parte de mi vida también, lo son ahora que vivo en Barcelona y lo serán aunque cruce el Atlántico y regrese a Costa Rica.

Así que cuando veo la Torre Hércules desde el avión, o camino por la Ronda Outeiro, o me subo en el bus 14, me pregunto dónde fue a dar todo lo que viví y que ya ni siquiera mi terca memoria retiene.


De repente el respirar el aire gallego y ver las olas en la Playa Riazor me recuerdan lo desprotegida que estoy por aquí. No lo lamento, no reniego, no me quejo… solo reconozco que –tal y como siempre lo he sospechado- esto es un paréntesis que va dejando ecuaciones sin resolver o con respuestas múltiples.

Denise + X = [ (Costa Rica + amigos - fugitivos) (Coruña + amigos - ausencias+ lluvia) ] * (Barcelona + amor – amigos + sol)

Confieso, eso sí, que con esta lluvia estoy deseando regresar al Mediterráneo, pero es que en verdad ya queda poco de lo que me ataba a este lado, y los lugares para mí son personas que me llenan el corazón. Si ya no están, el lugar pierde un poco su sentido.

Pero no soy muy dada a las matemáticas, puede que me equivoque.

viernes, febrero 10, 2006

Destierro imaginario de un país inventado


Quien destierra el recuerdo no tiene patria, dijo él, pero tampoco la tiene quien se empeña en amarrarse a los puertos visitados. Como el que se sujeta al cordel del delirio, o el que olvida las lágrimas que le secuestraron la esperanza, no es la nostalgia la que revela la pertenencia.

Yo no necesito decidir si mi patria empieza o termina en tu guitarra, se defendió ella, o que me preguntés si el límite territorial está anclado a tu mirada. No quiero firmar tratados que me aten al amanecer de este mar que no conozco, ni que esperés de mí un acta de anexión. Pero sujetame la mano cuando necesito subir a la montaña, no te pido más.

Tener patria, suspiró él, es como tener un pajarito recién nacido entre los dedos, si lo mimas demasiado no sabrá valerse por sí mismo pero el descuido excesivo puede matarle. Escoge. ¿Quieres un pichón que muera a la medianoche o uno que nunca extienda las alas?

Y ella, como todos los días, decidió rendirse.

No soy ni pretendo ser un colibrí, le dijo, no soy la que decide dónde empieza y termina mi país inventado, como dijo la poeta, por ahora mi única patria es tu abrazo. Ya veremos qué resulta cuando sea tiempo de negociación.

domingo, febrero 05, 2006

Alguien te vigila


Ayer me pasé un buen rato “jugando” con una cosita que no conocía, y es el GOOGLE EARTH, una gozada. Ves desde el planeta completo hasta tu vecindario. Podés hacer zOOM, buscar restaurantes, ver algunas ciudades en 3D. Encontré mi casa de Costa Rica, vi los edificios del centro de San José; vi mi calle perfectamente aquí en Barcelona y hasta la orilla del mar en Coruña.

Luego de la primera fase de diversión me puse a pensar… esto da un poco de miedo. Sé que por ahora son fotos tomadas desde satélite, de archivo, pero no creo que pase mucho tiempo hasta que el Google Earth sea en tiempo real, es decir, veré a mi hermana saliendo en las mañanas a trabajar, a mis amigos entrando al supermercado, a mi perra escapándose de vez en cuando.

¿Hasta dónde la tecnología es divertida/útil/necesaria y cuándo se cruza la línea y empieza a ser demasiado intrusiva?

Por ahora me divierte, pero bueno… no me emociona pensar que dentro de unos años todos seremos parte de un Gran Hermano involuntario. Lo terrible es que ni siquiera hay premio que ganar, y bueno, espero que los que nominan tengan mejores candidatos para echar de la casa... y si te expulsan, ¿A dónde te mandarían? ¿La Luna? ¿Venus?

Asusta. Un poquito, pero asusta. El Ojo encima.
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