martes, julio 31, 2012

Cosas que pasan cuando subes de 30: el peso

Con catorce años hacías competencias de quién come más pizza y quedabas en segundo lugar con doce trozos de pizza de una sentada. Medías 1,72 y pesabas 56 kilos.

Y pasan los años.

Luego resulta que tienes dieciocho o veinte años y mides 1,75 y aún comes de vez en cuando como adolescente. Ahora... viene el pero... el metabolismo no se ha rendido (aún, pero falta poco...) pero ya no tira como antes, jamás podrías comerte aquellos 12 trozos míticos de tu tierna juventud y de hecho con seis ya estás que no puedes más. Empiezas, sin darte cuenta, a subir gramos y gramos y las caderas se ensanchan y hasta te gusta la curva que hacen, y puede que con suerte subas de talla de sujetador y eso siempre gusta. Así que unos gramos no te asustan, no pasa nada, porque tú siempre has sido flaca y tu metabolismo siempre ha ido como bólido.

Y así pasan los años.

Entonces llegan -casi siempre es el caso- los 25. Te has inflado, no hay manera de disimularlo o hacer ver que no es así. Te compras ropa más holgada y favorecedora para lo que ahora llamas "curvas". Puede que sea el momento del primer intento de "dieta en serio y gimnasio". Pero como aún te sientes todo terreno y súper poderosa, la cosa es casi lúdica. Y en el fondo sabes que con dos semanas bajas un par de kilos o tres, o sea que la cosa sigue controlada.

Y así pasan los años.

Y llegan los 30. Y los 30 y... y señores y señoras... el metabolismo dice: mira guapita, o te pones las pilas o nos ponemos como focas. Y sí, decides ponerte las pilas. Entonces el metabolismo, bendito sea, decide que él se acostumbra a lo que le echen. Y lo que antes eran dos semanas de dieta y ejercicio ahora TIENE que ser un nuevo estilo de vida.

Y así pasarán los años. Supongo.

lunes, julio 23, 2012

Cuando éramos jóvenes y alocados

Mis vecinas, estudiantes de música y jovencísimas, me recuerdan mi tierna juventud. Y es no es bueno por  varios motivos. Empecemos, y vaya eso por delante, por decir que tampoco debo llevarles muchos años, pero diez o doce años son diez o doce años. Y entonces me oigo diciendo frases que podría decir mi abuelita (con todo respeto para mi abuelita, a quien adoro).

Situación: lunes por la noche. Finales de julio. Tocan el timbre de nuestro piso pero son visitas de las vecinas. El vikingo se huele el tema, así que les dice que piquen al piso correcto y pasa de ellos. Empieza el festival... cuando suben y entran al piso de enfrente, queda más claro que el agua que los chicos invitados traen alcohol (no lo veo, pero lo intuyo), instrumentos musicales variados que se suman a los que ya tienen mis vecinas (no los veo pero los intuyo) y mucha mucha marcha (no la veo, pero la intuyo). Risitas van, vienen, barullo... ¡fiesta de veranito y todos tan panchitos!

Empiezan por tocar música popular -incluso de pseudo recuerdos infantiles- en el piano. Acompañan con lo que tienen cerca en esta especie de jam session.

La fiesta va subiendo en entusiasmo y llega el momento de crear ritmos a palmadas y pisotones. Unos le dan a las corcheas, otros están con las blancas, hay entusiastas de las negras (abstenerse de bromas, que esto es serio). Cuanto más arriesgado el compás, mejor. Jalean como si pasaran cosas muy interesantes. La algarabía es tal que me asomo a la ventana, no entiendo nada de lo que pasa, en mis tiempos poníamos música y bailábamos... ahora son como bohemios y raros. Me asomo por la ventana y, aunque sé que no podré mirar su salón desde mi salón, mi hígado necesita el gesto de sacar medio cuerpo por la ventana y mirar hacia su ventana -abierta de par en par, claro, hace calor- con el ceño muy fruncido y aguantando las ganas de tirarles algo raro dentro de casa. Algo raro, no sé el qué, la mopa por ejemplo, una bola de papel higiénico mojado, no sé, algo que les deje a cuadros. Saco medio cuerpo con cara de mala leche y descubro con cierta jocosidad que el vecino de arriba -de ellas, se entiende- está haciendo lo mismo que yo. Nos sonreímos, entre la vergüenza y la complicidad, un gesto de cabeza y cada quien cierra su ventana.

Sigue el jolgorio.

Es lunes.

Sigue el jolgorio.

Es la 1 am.

Y sigue el jolgorio.

Entonces lo veo todo con claridad pasmosa: yo fui una vez esa, joven y alocada, a quien le parecía parte de la gracia que viniera la policía porque los vecinos la habían llamado.

Y el karma existe.

Menos mal que también existen tapones para los oídos.

lunes, julio 16, 2012

Los libros que he acabado ultimamente

Como se me ha acumulado el trabajo, os copio las mini críticas que he hecho en goodreads.com de los últimos libros que he leído. Ahí van:



EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ, de Jonas Jonasson

Me gustó mucho... tiene sentido del humor, un personaje singular, te lleva página a página de manera muy fluida. De hecho la mejor crítica que puedo hacerle es decir que empecé viernes en la noche y acabé domingo por la tarde. Otra de las grandes ganancias es que pienso que constituye una lección de narrativa en sí mismo, Jonasson sabe manejar los tiempos de lectura, las curvas de interés, sabe cuándo dar y cuando mantenerte en vilo, sabe hacer que quieras leer el capítulo corriendo para saber qué más pasa. Bonito.





YOU ARE A WRITER (SO START ACTING LIKE ONE, de Jeff Goins

Este libro apesta. Poco más puedo decir, habla de la escritura como si lo más lógico fuera una gran ciencia... un poco del estilo de "para escribir, encuentra un tema o una idea" y vamos a ver... ¿¿¿¿me puedes decir algo que no sea evidente???

Puede que sea un libro para alguien que ni siquiera ha escrito una vez en su vida, que del todo no se ha enfrentado a la creación, pero ruego a cualquiera que haya acabado un proyecto de ficción, grande o pequeño, que no pierda el tiempo ni el dinero. Goins es a los libros de escritura lo que Coelho a la literatura. Y como podrán adivinar, no puedo con Coelho (y hablo con conocimiento de causa).

Lástima que no haya -5 estrellas.




MI HERMANA VIVE SOBRE LA REPISA DE LA CHIMENEA, de Annabel Pitcher
Es un libro que se lee rapidísimo porque está escrito de forma sencilla, sin grandes florituras. Me gusta la voz del narrador, el niño que poco a poco como que se te va colando. Hay que apuntar, eso sí, que tengo debilidad por los narradores infantiles. Es un libro tierno, triste, gracioso, de todo un poco. Si hubiese 1/2 sería un 3 1/2, pero en todo caso está muy bien. Perfecto como para el verano... no cambiará la ruta de la literatura universal pero está bien, se disfruta y entretiene. Tiene momentos divertidos y muchos otros conmovedores.




IN ONE PERSON, de John Irving
Partiendo de que John Irving es de los mejores narradores contemporáneos (desde mi punto de vista, claro), está novela está muy bien. El tema es interesante, está bien escrita... intenta retratar una época en la que la sexualidad era vista y vivida de una manera tan diferente que hasta cuesta pensarlo. Se lee de forma fluida, tiene personajes interesantes. O sea que no me puedo quejar, aunque la verdad tampoco es que me haya dejado con la boca abierta... aún así vale muchísimo la pena porque mi novio senior sabe estructurar sus historias como nadie y es un placer leerlo, siempre.


lunes, julio 09, 2012

Las cosas que uno aprende


Este fin de semana he aprendido unas cuantas cositas. La principal que es mejor concentrarse en cómo queremos que estén las cosas y no en cómo están, sobre todo si no están todo lo bien que uno querría que estén.

El mejor ejemplo es mi amiga Mejillas de Heidy. Su pareja está en una situación muy delicada de salud y Mejillas de Heidy, en vez de echarse a morir, le anima con palabras de entusiasmo y nos pide a los demás que hagamos lo mismo.

Muy budista, de hecho. Escucho con regularidad un podcast de la maestra budista Tara Brach y recuerdo que en uno de los programas hablaba de esto, de hacer la vida de los demás lo más bonita que podamos (bueno, esta es mi interpretación reduccionista hippie del asunto).

Ya sé que no siempre es sencillo de hacer, pero sólo intentad imaginar cómo sería el mundo donde en vez de la queja pusiéramos la opción, en vez de la queja intentáramos poner alegría y esperanza y ganas de que todo camine y funcione.

A veces creo que sería como magia. Si Mejillas de Heidy llorara y reclamara -que sería además normal- la vibra que recibiría su marido sería de pena, dolor, miedo. Ha entendido que con lo otro no soluciona nada... algún descreído puede pensar que sin quejarse tampoco, pero no creo que sea así, creo que para empezar mantiene una actitud constructiva que ya es mucho hacer, procura estar bien ella porque él la necesita y necesitará bien, y sobre todo se ocupa de sí misma que es ocuparse de los demás. Ella -a quien admiro muchísimo y en esta situación además me sorprende y emociona- ha escogido mandarle toneladas de amor, empuje y esperanzas.

Yo estoy segura de que él lo recibe.

Y desde acá también te digo ¡con esta también vas a poder, hombre de acero!
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