lunes, octubre 31, 2005

¿Y que carajos...?



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Eso. ¿Y qué carajos se hace con las inseguridades?



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sábado, octubre 29, 2005

La funcion debe continuar


Como actriz y aprendiz de directora estoy acostumbrada a ensayar y ensayar para luego tener pocas funciones. Lo hago con amor, con pasión, con entusiasmo. Y luego me entrego en la función, me dejo todo ese trabajo ahí sobre el escenario porque es lo que me hace seguir respirando y lo disfruto a morir, incluso deseo que no se acabe nunca esa parte, la de la función.

La vida a veces es así, cada paso que dimos bueno o errado, cada vuelta que nos precede, es el ensayo. Claro que le pusimos amor, pasión y entusiasmo... pero por momentos, en algunos áreas, llegamos finalmente a la función.

Yo acabo de escuchar la tercera llamada y estoy en medio del escenario, dando función. Y quiero que me dure… que nadie apague las luces del escenario, yo le pago al técnico, me da igual. Quiero seguir aquí subida en medio de las tablas, en esta arrebatada representación de mí misma. Ni siquiera me importa no tener el aplauso del final, solo quiero seguir esta función para la que ensayé durante años. Que no se cierre el telón.

domingo, octubre 09, 2005

Mundo esquizo, o talvez simplemente es domingo...


El jueves viendo el telediario y esperando que empezara Operación Triunfo me puse a pensar en la esquizofrenia. ¿En qué? O más bien en las personalidades múltiples de la humanidad. Por un lado escucho el debate de si enterrar o no la momia de Lenin. Luego veo las imágenes de Centroamérica destrozada por las inundaciones, seguido por una nota de la valla de Melilla y las nuevas propuestas de más vallas que son nada más el intento de limar la punta del iceberg. Solo para terminar, como gran invento, muestran un pez robot. ¿Qué mundo es este?

No me excluyo, que conste, sufro por las noticias y luego paso del tema y me pongo a ver cantantes votados por el público. ¿Por qué tenemos esta ingrata costumbre de pasar de todo, de dejar de permitir que lo humano del mundo nos determine?

No digo que se trate de parar la vida para penar por los males humanos, pero sí que al menos la solución al problema de la inmigración masiva no fuera una valla más alta o más “ultrasónica”… sino pensar en lo que está detrás y qué estamos haciendo como humanidad para que alguien tenga esa necesidad de poner en riesgo su vida para cruzar una frontera. Ya no para encontrar la mina de oro, no, sino por conseguir un trabajo probablemente mal pagado, en condiciones infrahumanas y con la angustia constante por su condición de ilegal.

Ayer pasé de lo social entre comillas a lo social y específico. Paso a pensar en estas mismas cosas pero aplicadas a lo humano. Veo a mis amigos arrastrando marcas familiares, de amigos y menos amigos, de amores como los que todos conocemos y nos destrozan el alma. Los veo con dolor intentando reconstruirse como personas, no escoger el odio ni el resentimiento como opción, tratando de perdonar y perdonarse. Y pienso que también somos un poco disfuncionales en esto… no puedo entender eso que dice una peli de que “te maten con su amor”. El amor no debería tener capacidad de destrucción. Y desgraciadamente la tiene en muchos casos.

¿Para dónde vamos como humanidad si no podemos confiar unos en los otros para procurarnos un mundo medianamente decente? ¿Y para dónde vamos si no podemos descansar en lo que se suponen que nos aman? ¿Dónde está la medida de ser parte de la vida de los demás sin dejar que eso nos impida la propia felicidad y tranquilidad? Y ¿Cómo se curan las heridas ajenas?

Yo no lo sé y me gustaría tener la menor idea, pero se me escapa…

Mjm, los domingos nunca suelen ser mi día más optimisma…

jueves, octubre 06, 2005

Una pluma en medio de la tempestad




Hace poco más de un mes empezó... primero como un bonito entretenimiento que me ocupaba un par de horas diarias, digamos como una lluvia serena, pero luego empezó a teñirse de plácida adicción. Encontré en medio de este mar vertiginoso del internet un par, una horma de zapato, un abrazo perfecto. Y esta que soy, llena de "convicciones" tuvo que sentarse frente a un café y reírse de sí misma y sus escepticismos.

Varios autores de teatro hablan, cada cual desde sus figuras, de la inmensidad de la vida y sus vueltas y jugarretas, esas que a veces obviamos o dejamos pasar sin hacerles caso, pero que nos cercan y determinan. Arístides Vargas, autor de teatro, lo plantea desde que somos todos como una pluma en la tempestad, que si luchamos contra la tormenta acabamos un poco más perdidos que si nos dejamos llevar. Cortázar lo pone, en una de sus obras de teatro, como "una hormiga perdida en la inmensidad de un pan".

Yo, en lo personal, he sido más bien de las que cree que no hay tal tormenta, o más bien, de las que defienden que esas cabezas de agua no nos arrastran sino no las dejamos. Pero claro, la vida siempre te tira de vuelta las piedras que lanzas y en lo que se refiere a mi vida en las últimas semanas tengo que aceptar que eso soy, la pluma que se deja mecer y arrebatar y que nunca me he sentido tan bien de hormiga, perdida y feliz en la inmensidad del pan.

Ahí estaba yo, sentada mirando la tormenta, listando las razones para no acercarme y negarla y reírme de ella. Y la tormenta decidió arrimarse tanto que cuando me di cuenta estaba envuelta.

De niña (y ya no tan niña) le tenía miedo a las tormentas y a los aguaceros demasiado copiosos... eso es bastante complicado para alguien del trópico latinoamericano, pero supongo que era un miedo que iba más allá del agua cayendo o el trueno acelerándome el corazón. Ahora no dejo de temerles, pero si todos los truenos y las tormentas me hicieran sonreír así... pues pediría cada día un diluvio en mi vida.

¿Será que la vida nos pone los miedos disfrazados al frente para que les tomemos el gusto? ¿Será que basta decir "no me gustan las tempestades" para que una nos atrape?

Esa soy, la pluma en la tempestad o la hormiga en el pan.
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