Destino 276 págs.
Lo que digo yo:
Por alguna razón, las historias de familias complicadas siempre me han interesado. Supongo que tendrá mucho que ver con que mi familia extendida, al ser tan grande, siempre ha mostrado las debilidades universales de intrigas, pasiones excesivas, secretos a voces y demás.
La novela de Laforet me gustó mucho. La disfruté, me creó atmósferas, situaciones. Fue fácil situarla, además, porque habla de calles que conozco de Barcelona, aunque me las retrató como un paisaje de posguerra. Pero no una posguerra caótica con edificios en ruinas ni mucho menos, si no como una ciudad que despierta –aún aperezada –de una situación donde las vidas siguen pero sienten las consecuencias. Personajes lejanos a la perfección, incapaces de salir (o incluso provocando) una asfixia claustrofóbica.
Está muy bien escrita, con la ventaja de que –aunque se notan los visos de época –no resulta pesada… todo lo contrario.
Lo que dice la contraportada: Andrea llega a Barcelona para estudiar Letras. Sus ilusiones chocan, inmediatamente, con el ambiente de tensión y emociones violentas que reina en casa de su abuela. Andrea relata el contraste entre este sórdido microcosmos familiar -poblado de seres extraños y apasionantes- y la frágil cordialidad de sus relaciones universitarias, coentradas en la bella y luminosa Ena. Finalmente los dos mundos convergen en un diálogo dramático.
Comparada por la crítica con Cumbres borrascosas, Nada destaca tanto por su prosa fresca y directa como por la extraordinaria sensibilidad en la recreación de una voz femenina. Cuando el libro acaba, el lector tiene la seguridad de poder encontrar, al volver la esquina, a una muchacha pálida y triste, con toda la fuerza de su juventud condensada en el mirar. Es Andrea, absorta, queriendo algo, sin saber qué. Como el resto de los protagonistas, ha nacido a la vida real por un prodigio de la creación artística. Prodigio más que suficiente para formar parte de la Historia de la Literatura.