miércoles, diciembre 19, 2007

3 años, 2 meses y 15 días

Hablo de y de vosotros cuando estoy entre españoles. Hago la excepción de hablar de “vos” con mi amigo Juan y con Caro, argentinos. Hablar de “usted” quedó relegado a la gente mayor y a los momentos cuando me enojo. Es más fácil que explicar mi forma de hablar. Doy dos besos, a quien sea, incluso a un par de ticas (costarricenses) reclutadas en mi vida recientemente. Hago mejor la tortilla de patatas que Fernando, y puestos en el asunto, le digo “patatas” a las anteriormente llamadas “papas”. Igualmente digo “calcetines”, “móvil” y “aparcar”. Entono diferente, pero sólo lo noto cuando hablo con alguien de mi país. Digo “hosti” u “hostia” cuando algo se me cae o se me olvida algo. A veces me olvido de las palabras en castellano, pero sé perfectamente cuál es la que busco en catalán. Tomo café después de comer, siempre, un cortado (café corto espresso-poca leche). No multiplico para saber cuánto pago por las cosas en equivalencia de Costa Rica. Ya casi ni me quejo del frío, sobre todo porque para arriba de 10 grados me parece una temperatura genial en invierno. Voy a todas partes en metro, casi nunca tengo que mirar qué línea tomar o qué enlace hacer. Espero la Navidad con ansias para ponerme hasta las orejas de comer jamón serrano. Al jamón serrano no suelo llamarlo jamón serrano, le digo “jamón” o, en su defecto, “jamón del país”, porque la aclaración sólo es necesaria cuando se trata de jamón "dulce". Pido bocadillo, no sándwich. En la mayoría de los casos, soy incapaz de saber si la palabra que uso es de aquí o de allá. Le digo mi casa a Barcelona, mi casa a mi piso y la casa de mis papás a la de Costa Rica. Cuando pienso en Ticolandia me suena a visita de verano, el verano es el de aquí, en agosto.

Es oficial, mi vida es la alegoría de la mezcla.

Es evidente… ya han pasado más de tres años.

domingo, diciembre 16, 2007

Shhh… es secreto.

A qué no adivinan quiénes vienen el próximo fin de semana, se quedan Navidad y Año y Nuevo y me van a iluminar las fiestas… por fin por fin por fin voy a volver a pasar estas fechas con ellos, después de 3 años de ausencia.

¿De quiénes hablo?

:-D ¡Estoy tan contenta!

Y como si eso fuera poco, a finales de enero tengo otra visita emocionante y divertida.

¡Ehhhh!

jueves, diciembre 13, 2007

Denise en minifalda

Superflicka publicó hoy un post. Cuando lo leí me sentí como en un Gran Hermano Universal, porque decía que una de las búsquedas por las que llega la gente a su blog es:

"Denise en minifalda"

Misterios de la vida el por qué, pero aún más curioso que justo hoy JUSTO HOY me puse una minifalda. Casi nunca lo hago, menos en invierno y por eso me sorprendí, porque me pareció una casualidad de lo más divertida.

He aquí la prueba. Que conste que estoy payaseando porque la foto me la sacó Fernando expresamente para dejar constancia sobre el hecho este tan trascendente... y sobre todo por los curiosos que quieran ver a una denise en mini, gratis, sólo por hoy:





lunes, diciembre 10, 2007

Adiós, Fer.



Mi querido Fer… Hice el Máster en La Coruña con él y nos hicimos muy amigos. Confieso que entre mi mudanza a Barcelona y sus ocupaciones, dejamos pasar meses sin hablarnos, nos vimos poco, pero al menos yo siempre tuve la sensación de ser afortunada de tenerlo en mi vida.

Ayer por la noche me llamó. “Estoy en Barcelona”, me dijo. Luego quedamos en vernos una hora que es lo que podíamos coordinar antes de que cogiera su avión a Marruecos. Se va de paseo, vuelve en una semana, recoge sus bártulos y se va. La Colombia natal lo espera.

Acompañados por un café con leche me confesó que no acaba de aclararse, a ratos quiere irse ya, a ratos desearía quedarse más tiempo. Ya son tres años de vida de este lado y, como a mí, le da un poco de miedito el shock del regreso.

Después de la brevísima cita, nos dimos un abrazo. Le desee lo mejor de lo mejor. Luego tuvimos que hacer bromas, era evidente que era reírnos o llorar y las lágrimas ya se estaban asomando, así que fingí darle una patadita en el culo y le dije “largateeee”.



Y se fue.


No sé si lo vuelvo a ver. Mi esperanza es que sí, pero no sé cuándo mis finanzas me van a permitir hacer viajes que no sean nada más a Costa Rica o a Tenerife. Mis papás y mis suegros siempre salen ganando, pero hay que pagar por verlos. Con mucha suerte lo veré, calculo, otras seis u ocho veces. Talvez diez o doce, poco probable que sea más. Es duro asumirlo. Seis, ocho, diez, doce… la cuestión es que jamás volveremos a compartir lo liviano y lo profundo. Al menos no en vivo. Al menos no a diario, no en el mismo país.

Yo, con el corazón encogido a más no poder me di cuenta de que me toca, me seguirá tocando.

Algún día me iré de aquí, o no, en cuyo caso, muchos días me seguiré despidiendo de gente que quiero, y que como Fer, no sé si volveré a ver. Duele asumirlo, mucho.

Adiós, Fer.

jueves, diciembre 06, 2007

A estas alturas del siglo XXI

Fernan y yo tenemos una cuenta bancaria común. Funciona de la siguiente forma: ahí entra todo el dinero que tiene que entrar, nos cobran todo lo que nos tienen que cobrar y cada uno saca lo que necesita.

Sin embargo, tanto de la cuenta corriente como de la de crédito, él es el titular y yo soy una especie de apéndice.

Cuando llegan las notificaciones del banco, vienen a su nombre. Siempre. Yo las miro porque tenemos claro que es también mi cuenta, pero para efectos del banco es la de él. Tanto que por internet yo no puedo mirar en qué se ha gastado el dinero y él puede escudriñar en mis datos. Yo no puedo pedir fraccionar pagos, ni hacer transferencias de la cuenta de crédito a la normal.

De ahí que esta mañana, Fernan entrara con un sobre en la mano del banco, con mi nombre afuera y me dijera "qué raro, ¿no?". Yo, muy ufana y orgullosa le respondí "ya se dieron cuenta de que yo también soy clienta, ¿qué pasa, no me pueden llegar cartas del banco?".



Abrí el sobre.



Y adentro...



¡¡¡¡Una oferta para comprar
una vajilla a pagos!!!!!


Me dio rabia, la verdad. Mucha. Manda huevo. No puedo ver la totalidad de la cuenta por internet pero sí puedo decidir comprar una vajilla de casi 2 mil euros, porque soy mujer y para gastar sí servimos.

En fin. No me cambio de banco porque sería como la 5ta vez desde que llegué a España. Pero rabia me da.

lunes, diciembre 03, 2007

Eureka... ¿aló?


Si no es una cosa de ver series raras... eso lo tengo asumido. Mis misterios empezaron hace años con Scooby Doo, aumentaron con Misterios sin Resolver y culminaron con las ochenta veces que vi cada episodio de Dimensión Desconocida. Aunque ahora no me acuerdo de ninguno, sólo del miedillo que pasaba con solo la musiquita turi ruri turi ruri turi ruri... dimensión... desconocida.

Pero... pero... pero... Eureka es demasiado. La premisa es buena: un pueblo donde, tras la II Guerra Mundial, están reunidos los genios más genios del mundo. Un agente federal va a dar ahí... y se arma un pequeño lío entre su presencia y un fallido experimento.

Insisto, la idea me parecía genial, pero aquí estoy a punto de dormirme mientras veo el piloto de una de las series más freakies que ha parido productora. Y lo PEOR es que es freaky-hueca, que si fuera hiper rara, profunda y enredada pues bueno, pero no. Y yo que pensé que habíamos encontrado un entretenimiento decente mientras llega la próxima temporada de Lost... o como mínimo de House. Maldita huelga de guionistas... ¡me aburrooooo!

En fin.

Bostezo. Bostezo super dotado... BOSTEZAZO.

sábado, diciembre 01, 2007

...

A las tres de la tarde sonó el timbre de casa, yo estaba en la terraza. Fernan me grita desde el pasillo del frente que llame a la ambulancia. Cuando me acerco a la puerta veo al viejito del frente tirado en el suelo de la entrada de su casa. Su esposa gimiendo de un lado para otro, dice que iba a salir, abrió la puerta y cayó al suelo.

Llamo, demasiado nerviosa, no logro comunicarme con el número de emergencias. Toco el timbre de otros vecinos porque noto que no podré ponerme en tesitura traquila, mientras veo a Fernando intentar encontrarle el pulso al señor, me quito los zapatos y paso por encima de él a calmar a la señora. Finalmente logramos llamar a la ambulancia (las vecinas, yo no puedo, soy un saco de nervios bien disimulados pero inutilizantes).

Cuando salgo de casa de la señora lo observo. Tiene los ojos abiertos, la boca abierta y empieza a ponerse… no sé… azul, lila, qué sé yo. Me lo temo sin querer pensarlo en serio, pero no tiene pinta de estar inconsciente (los desmayados como mi única referencia, suelen cerrar los ojos y estar más bien flácidos en su expresión). Me lo temo y padezco los gimoteos de la señora que dice “está helado, ay Dios mío, está helado” mientras le acaricia la mano y el brazo. Un par de minutos después alguien dice que ha movido los dedos un poco. Ahuyento mi hipótesis y me aferro a esa, acaba de mover los dedos.

Cuando la ambulancia llega (los 8 minutos más largos de mi vida) una chica llena de paz le habla, le dice “hola guapo”
mientras le corta la ropa y su compañero le hace masaje sobre el corazón, uno, dos, tres, cuatro, oxígeno; uno, dos, tres, cuatro, oxígeno. La miro con cuidado y noto que ella –con sólo una revisión ocular –sabe que hay poco que hacer.

Llegaron a ser seis, un técnico, la enfermera y el enfermero y tres doctores que llegaron después. También llegó la hija del señor, que se deshizo en las gradas y el nieto, uno de ellos, intentando mantener el tipo. Yo, junto con Fernan, en el canto de la puerta sin saber qué hacer. La señora, ahora muy tranquila, cuenta mil veces lo que pasó antes de que se cayera el señor, nos da la gracias, repite la historia. Unos siete minutos después el jefe de los médicos explica que podrían seguir tres horas intentándolo, pero que ese era un corazón que ya había decidido no latir más.

He hablado tantas veces de la muerte, a veces digo que lloramos por egoísmo, o por imaginarnos la vida sin esa persona. Pero no. Hoy tengo otra hipótesis… es la impresión tan bestial de que hay un cuerpo hueco al frente. Es la primera vez que veo alguien muerto, así, en el momento mismo de morirse. Ese mismo señor que todas las noches oía tosiendo y quejándose con un tímido “ay”.

Y la imagen que intento obviar, del momento en que esa boca abierta y esos ojos vacíos sean unos amados. Lloré, me calmé, pero estoy desolada, tengo miedo. Mucho. Ante lo inevitable, el deceso jurado e imposible de eludir. Desolada y aterrorizada. No quiero no quiero no quiero no quiero que me pase a mí, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Desolada y con miedo, pensando en el día que me toque cerrarle los ojos a alguien que amo. Desolada. Asustada. Talvez más lo segundo que lo primero. Tan natural... y tan impactante.

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