Hablo de tú y de vosotros cuando estoy entre españoles. Hago la excepción de hablar de “vos” con mi amigo Juan y con Caro, argentinos. Hablar de “usted” quedó relegado a la gente mayor y a los momentos cuando me enojo. Es más fácil que explicar mi forma de hablar. Doy dos besos, a quien sea, incluso a un par de ticas (costarricenses) reclutadas en mi vida recientemente. Hago mejor la tortilla de patatas que Fernando, y puestos en el asunto, le digo “patatas” a las anteriormente llamadas “papas”. Igualmente digo “calcetines”, “móvil” y “aparcar”. Entono diferente, pero sólo lo noto cuando hablo con alguien de mi país. Digo “hosti” u “hostia” cuando algo se me cae o se me olvida algo. A veces me olvido de las palabras en castellano, pero sé perfectamente cuál es la que busco en catalán. Tomo café después de comer, siempre, un cortado (café corto espresso-poca leche). No multiplico para saber cuánto pago por las cosas en equivalencia de Costa Rica. Ya casi ni me quejo del frío, sobre todo porque para arriba de 10 grados me parece una temperatura genial en invierno. Voy a todas partes en metro, casi nunca tengo que mirar qué línea tomar o qué enlace hacer. Espero la Navidad con ansias para ponerme hasta las orejas de comer jamón serrano. Al jamón serrano no suelo llamarlo jamón serrano, le digo “jamón” o, en su defecto, “jamón del país”, porque la aclaración sólo es necesaria cuando se trata de jamón "dulce". Pido bocadillo, no sándwich. En la mayoría de los casos, soy incapaz de saber si la palabra que uso es de aquí o de allá. Le digo mi casa a Barcelona, mi casa a mi piso y la casa de mis papás a la de Costa Rica. Cuando pienso en Ticolandia me suena a visita de verano, el verano es el de aquí, en agosto.
Es oficial, mi vida es la alegoría de la mezcla.
Es evidente… ya han pasado más de tres años.
Es oficial, mi vida es la alegoría de la mezcla.
Es evidente… ya han pasado más de tres años.