Algunas veces quisiera dejar de penar por el pasado, atar con cordeles hinchados las rabias que olvido cuando la calma me corroe, suspender la búsqueda de sobrevivientes. En esas pequeñas puertas que se abren, algunas veces veo luciérnagas destripando el deseo. Y sobre ellas, a veces, espero ver un desfile de tumbas abiertas de las que no salga, ya no, ni un último respiro.

No soy quien para decirlo, pero a veces quisiera que me acunaras un segundo más, uno más de lo debido, y me dijeras qué soy, o que reconocieras mis heridas sepultadas con paciencia, añejas ya pero suspendidas sin horarios.
Algunas veces esperaría tener la fortaleza para decírtelo, para mostrártelo, para extinguirme. A veces sería agradable dejar de dudar y creer en las promesas que veo detrás del muro, porque no es tan alto a pesar de que no tengo escalera.
A veces, solo algunas, quisiera desprenderme de los miedos y adoptar tus sonrisas. Préstame el abrigo. Sí, tengo frío.