miércoles, octubre 03, 2012

Qué curioso el silencio... se te mete aquí

La semana pasada llegó a tierras catalanas una de mis amigas del alma. Como sabíamos que el Vikingo se podía hartar de las horas que planeábamos pasar juntas, escogimos irnos de fin de semana de chicas a la montaña.



Y unos cuatro días que... a ver... cuatro días en La Vall de Boí son cuatro días de lujo. Sobre todo si estás con una compañía preciosa. Os lo digo ya.

En la mañana nos llevamos un mini susto cuando la agencia en la que había pensado nos anuncia que no tienen coches disponibles. No pasa nada porque Cata es más eficaz que ná, así que media hora después en Sants el tema está arreglado.

Cogimos un coche de alquiler que por un par de euros más pasó de ser una cositilla pequeña a uno bastante más cómodo. El Tomtom (rebautizado tontón) nos explica cómo llegar porque yo con los mapas que no son de ciudad no tengo una relación tan buena como quisiera y Cata acaba de llegar. Tontón y yo nos peleamos un rato, luego Cata se pelea otro, la de la agencia de coches pasa de nuestra cara. Lo insultamos, él se defiende atacando, la cosa parece que irá mal entre nosotros. Al final conseguimos entendernos y aunque Tontón se cree que en 4 horas estaremos en el destino, pronto lo ponemos en su lugar y le hacemos entender que el ritmo lo decidimos nosotras. Tontón se acostumbra a las múltiples paradas que hacemos, a veces por un café, a veces a mirar un río, a veces a esquivar un jabalí, a veces a hacernos una foto cuyo sentido en realidad sólo entendemos nosotras.



El jabalí, en media calle, parece malherido. Cata se ofrece a bajarse y "empujarlo un poquito". No es broma, de hecho se indigna un poco y pasan varios minutos hasta que suelta el puchero de tristeza por no poder ayudarlo. Lo de empujarlo, según ella, era para sacarlo de la carretera, yo le digo que Pumba podía ser muy simpático en la película de Disney, pero por más lástima que nos dé el jabalí no es bicho para ser empujado. Lo de intentar empujar seres vivos será una constante en el viaje, porque Cata tiene una debilidad enorme (y muy bonita) que se llama exceso de empatía.

Nos hospedamos en Erill La Vall, en un hostal hermoso llamado La Plaça en el que por cierto se come de lujo. Ese día hacemos una breve visita de reconocimiento por Barruera, descubrimos que -será por la temporada- pero se come cuando se come y ya la hora en que paseamos no es hora de comer. Entonces nos conformamos con comprar cuatro tonterías en dos mini supermercados. Cenamos pues cuatro tonterías mientras hablamos de lo humano y lo divino.

Por la noche hacemos zapping, hablamos de las protestas en Madrid, del programa Salvados, de otra decena de temas que habíamos anotado en la agenda de temas por tratar. Hacemos planes de futuros viajes, trabajos, proyectos, conversaciones. Todo va, todo fluye, todo es digno de sonreír.

Pronto empieza la fiesta que una botella de vino ayuda a animar. Bajamos a pedir otra porque nos quedamos cortas. Hasta la colcha brinda con nosotras. Y yo brindo con mi amiga y en silencio porque me parece mágico tenerla cerca, a ella que tanto quiero y que tan lejos (sólo físicamente) he tenido durante ocho años.

Leyendo las crónicas de Fanma sobre su viaje de verano me doy cuenta de lo que nos resulta llamativo. Él alucina con los sonidos de bichos nocturnos en parajes naturales. Yo me quedo callada un segundo (no más, Cata y yo casi no podemos parar de hablar durante cuatro días) y se me llena todo de silencio. Y es que en verdad lo pienso, es tan curioso el silencio... se mete aquí. Y ahí se queda y como que todo va mejor.



A veces la vida se porta muy bien.

8 comentarios:

  1. Je je, pobre jabalí. El sonido de la jungla es algo que nunca había disfrutado. pero el silencio que también es un bien precioso para los urbanitas es bien recibido en mis retiros espirituales (leáse, espirit wine)

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  2. Fanmakimaki, leyéndote me volvieron las ganas de escribir en el blog y recordé que las cositas más pequeñas ya son dignas de un post! Gracias por eso... y el pobre jabalí daba mucha pena, pero es un pedazo de bicho muy serio :P

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  3. Las palabras no harían justicia al sentimiento que provocó esa montaña y esa gran compañía. Feliz de que la geografía no se nos imponga por un buen tiempo. Cata

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  4. ¡Qué bonito, Denise! Da gusto poder compartir momentos así con alguien, porque eso supone que tienes a alguien en tu vida que es así de especial.
    Me alegra que lo disfrutaras tanto y que lo compartas en el blog, porque yo también soy amante de las cosas pequeñas que, en realidad, lo son todo :)

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  5. CVALDA: con buena compañía hasta una piedra parece monumento :)

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  6. Jo, qué bien:
    menos mal, al final pudisteis encontrar el camino. Yo soy igual que tu compañera, me encantaría ayudar a los animales. Un jabalí... No, no me atrevería. A saber.
    Un saludo,
    Anais

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  7. ANAIS: pues estaba decidida pero conseguí convencerla. Me encanta su empatía, yo amo los animales pero amo aún más mi integridad física!!!

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