jueves, febrero 01, 2007

Mandato tras la hiedra

Agazapado entre la mala hierba, cualquiera puede mandar.

Solo falta dejar que entre la hiedra se escondan suficientes cucarachas, luego metódicamente habrá que dejarlas salir, asustarlas con un golpe certero: digamos, una sierra que tala las ramas, hasta que los insectos se queden sin casa y, tras superar el miedo inicial, dejen la petrificación y ataquen. No falla, la fórmula resulta porque estás usando a un insecto para lograr que los demás se sientan, a su vez, como insectos. Así se manda. O se estila mandar, también habrá manos dóciles dirigiendo con frescura (pero son las menos).

Yo nunca, repito: nunca.

No quiero ser criadora de hiedras y bichos.

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