¿Por qué voy a viajar 1400 kilómetros para votar por Luis Guillermo Solís? ¿Por qué ir y volver de Barcelona a Madrid en 24 horas? ¡Pero es un voto, nada más!, podría pensarse. ¿Qué diferencia hay? Una: estoy enamorada.
Para conocer a quien hoy es mi esposo recorrí España de
punta a punta. Viajé 24 horas en tren. Una locura llena de cansancio, nervios,
expectativas y dudas. Un viaje que emprendí sin saber si traería buen resultado,
algo positivo, un cambio. Lo hice porque el corazón –al menos el mío– es de
impulsos: cuando algo lo llama, va detrás.
Lo segundo que tengo que decir es que en mi casa me han
enseñado muchas cosas, entre ellas el amor a la democracia, a la elección, a
poder alzar la voz y opinar. Me enseñaron que se vale quejarse, sí, pero sólo si se
tiene un plan para cambiar aquello que provoca la queja.
Así, hace unos días mi corazón saltó. Me enamoré. Sí, lo
confieso. No sabía por quién votar, no estaba segura de que existiera un
candidato que me convenciera, por el que valiera la pena apostar. Entonces leí,
me informé, vi debates, revisé opiniones en el Facebook. Y me enamoré. Sí, lo confieso, siento una debilidad por los
hombres inteligentes, íntegros, educados. Siento una profundísima admiración
por quien sabe hablar, debatir, explicarse. Por quien se niega a entrar en
juegos sucios pero a la vez defiende sus posturas sin miedo. Por quien tiene
palabra, no se desdice, habla con su verdad y espera que ésta sea escuchada.
Por quien piensa en los demás, en el beneficio del colectivo por encima de
intereses creados (¡y encima defiende el respeto a los animales!)
Don Luis Guillermo, lo confieso, me tiene políticamente
enamorada. Veo en usted una mirada limpia, creo en su decencia, en sus ideas,
en su saber hacer. Tal vez, como usted mismo se habrá dado cuenta, tardé en
conocerlo… pero lo bueno –dicen las abuelas sabias –suele hacerse esperar. Como amo a Costa Rica la espera me sabe dulce. Amo a mi país y, por tanto, deseo que sea usted quien la cuide durante unos años. Sé que lo hará bien.
Este amor político, que me hace lanzarme a recorrer 1400
kilómetros en 24 horas, era mi secreto. Lo pensaba mantener así, pero tiene que
entender, señor Solís, que cuando un corazón salta y se entusiasma necesita que
el mundo se entere. Como enamorada de ese voto que le pienso dar el próximo 2
de febrero no concibo ser parte del silencio. Sería ayudar al juego sucio.
Sería hacer ver que no hay opción, cuando la hay. Sería restarle importancia a
una serie de valores que usted se ha encargado de
hacerme ver que aún existen. Gracias.
Viajo 1400 kilómetros y espero que mis compatriotas hagan sus 800 metros. Es un deber, un privilegio y un gusto poder alzar la voz, opinar, hacer algo. Como su admiradora (hasta
ahora secreta) quiero ser parte del cambio y no de la queja. Vivo en Barcelona e iré -por usted- hasta Madrid.
Como enamorada le doy mi mano y digo: sí, don Luis Guillermo, sí quiero. La decencia, la integridad, el respeto y la inteligencia son valores indispensables en un futuro Presidente de la República. Porque usted va a ganar, don Luis Guillermo, se lo digo yo.
Vamos a ganar.
Entonces brindaré por lo que viene, por un cambio que hará que mi corazón diga: yo recorrí 1400 kilómetros por dos hombres decentes en mi vida. Uno es mi marido. El otro el Presidente de la República.
Como enamorada le doy mi mano y digo: sí, don Luis Guillermo, sí quiero. La decencia, la integridad, el respeto y la inteligencia son valores indispensables en un futuro Presidente de la República. Porque usted va a ganar, don Luis Guillermo, se lo digo yo.
Vamos a ganar.
Entonces brindaré por lo que viene, por un cambio que hará que mi corazón diga: yo recorrí 1400 kilómetros por dos hombres decentes en mi vida. Uno es mi marido. El otro el Presidente de la República.