Quedamos para un café, pero la conversación se extendió. Como no teníamos dinero para ir a un bar, decidimos ir a sentarnos en la montaña con un par de cervezas y otro par de refrescos.
Aparte de las señales que debieron implicar no ir (sueños el día anterior, perder las llaves antes de salir, el carro se apagó tres veces de camino, llegamos y no había con que abrir las botellas, empezó a llover, me llamó una amiga para que bajara a un bar en que estaba…) nos quedamos ahí sentados dentro del coche de Adri conversando.
De la nada apareció un carro alto, un 4x4, se bajaron dos o tres tipos, nos encañonaron. Nos sacaron de un tirón del coche a los 5 que éramos, nos tiraron al suelo boca abajo apuntándonos con un par de pistolas. Unos nos decían “quédense quietos o empiezo a pegar plomazos”, otros nos decían “métanse en el carro o los mato”, yo pensaba que iba a terminar con una bala en la frente porque ellos eran incapaces de ser coherentes con lo que mandaban.
Estábamos al frente de un club social del que empezaron a salir muchos coches, el miedo –supongo- era mutuo así que decidieron meternos a los cinco en el carro de Adri y subirse tres de ellos adelante. Secuestrados por un rato, obligados a llevar la cabeza agachada, con un tipo con pasamontañas apuntándonos, intentando que Adri se olvidara de tanto CSI y abandonara su idea de negociar (“señor, déjennos aquí, no vamos a hacer nada”) fuimos a dar a un cafetal, en medio de la montaña, sin la menor idea de dónde estábamos.
Uno por uno nos bajaron del carro, me tocó de última y se me ocurrían las cosas más perversas sobre lo que estaba pasando en el cafetal. Por suerte tengo más imaginación que ellos. Nos amarraron las manos, los pies, nos amordazaron con cinta adhesiva y nos juraron que si las claves de las tarjetas eran falsas volvían a matarnos a todos, no sin antes manosear a Adri y uno de ellos decir “lo que nos hace falta es un cuchillo para romperles la ropa y violarlas”. Ese fue, probablemente, el único momento en que sentí pánico.
Cuando los oímos alejarse empezamos a hablar bajito, las ataduras no eran tan fuertes así que nos soltamos e hicimos un plan, si veíamos venir dos coches correríamos todos para el mismo lado, con tal de no perdernos, lo más agachados posible y luego al suelo hasta que se fueran.
Salimos de ahí y la vista –si no fuera por las circunstancias- era hermosa. Estábamos en medio de la montaña, con poca iluminación y a lo lejos las luces de la ciudad de Heredia. Solos, asustados, sin idea de qué hacer.
Al poco de salir del cafetal encontramos un muchacho caminando, no lo culpo, nos vio venir gritándole que nos ayudara y él mismo echó a correr. Vimos una casa, el estado mental era tal que pensamos que los de la casa podían ser cómplices, pero decidimos ir a pedir ayuda.
Justo en ese momento por la calle estrecha en que estábamos venían subiendo dos coches, un automóvil y un 4x4. El plan de correr todos juntos falló, cada quien corrió para donde pudo. Al lado de la carretera había un caño profundo, una sequia de esas que hay en el monte, me caí entre los matorrales y cuando me di cuenta estaba sumergida en agua, no tocaba el fondo y solo podía pensar “esto no me puede estar pasando y si no me mataron de un balazo no me voy a morir ahogada”. Toqué el fondo, me impulsé y puse los pies en los lados del caño. Luego cayó Andrea, luego cayó Carlos (que lo habían operado de una hernia delicada una semana antes y todavía tenía los puntos de la herida).
Metidos en agua asquerosa, con frío, con miedo.
No sé cómo lo logró, pero Carlos salió del agua. Entre los dos empujamos a Andrea que se quejaba de que le dolía mucho la mano y no paraba de llorar; quedaba sacarme a mí, pero pensé en la herida de Carlos, pensé en que yo soy mucha más alta y pesada que él, en fin, se lo dije y me contestó con tanta fuerza que le hice caso. Me dijo “déme la mano”. La adrenalina funciona, porque me sacó de un tirón.
Las otras dos chicas, Adri y Carol, estaban ya en la casa, no tenían ni idea de dónde nos habíamos metido y casi se mueren del susto ¡de nuevo! al vernos llegar mojados, temblando de frío y totalmente sorprendidos de la película de acción que nos estaba tocando vivir.
Llamamos a la policía, el tipejo primero nos regañó por estar en la montaña “con lo peligroso que es” (imbécil, nos dimos cuenta…), luego pretendía irse y dejarnos ahí. Le pidió permiso al superior (“Comandante, tengo un X-,puedo…”) y nos subimos. Pusimos la denuncia pero antes pasamos por el cafetal.
Esta es la parte divertida. Carol se bajó, buscó muy digna su bufanda y se la puso (antes muerta que sencilla), Adri se bajó, buscó evidencias como el tape con que nos amarraron (ya lo dije, mucho CSI) y bajamos a Heredia. La verdad que tras el susto lo que nos dio fue mal de risa, inventamos chistes, yo dije que la tapa (o boca) de sopa de caño estaba terrible, alguien más dijo que lo terrible fue que mientras nos llevaban secuestrados estuvieran escuchando y cantando tex-mex, que eso ya era tortura; alguien más imitaba a Carol poniéndose la bufanda con todo su glamour. Cualquiera que nos hubiese visto llorando de la risa no nos creería la historia.
Solo Andrea tuvo que ir al Hospital, la mano quebrada. Las heridas de Carlos estaban perfectas, la mayoría pasamos sin pena ni gloria por el incidente, solo teniendo que contarlo una y otra vez a la persona que se enterara de que “algo” nos pasó en la montaña.
Adicionalmente, me sorprendí mucho de la reacción del ser humano en situaciones de crisis. Cuando veo una película y la gente hace cosas “raras” y los que ven piensan que es irreal, me río. Yo saqué a escondidas mi cédula de identidad, las llaves de mi casa y mi reloj mientras íbamos en el carro, escondí los labios y ensalivé la cinta con que me amordazaron para poder hablar; Adri tiró su teléfono móvil a la hierba al principio de todo, pensando que nos iban a dejar ahí y que necesitaríamos comunicarnos; Carol que parecía la más frágil se dedicó a acariciarme la cabeza y a calmar a los que podía, nunca se quebró; Carlos tuvo fuerza para salir por su cuenta y sacar a dos personas de un hueco, con heridas recientes por la hernia, y Andrea, que probablemente era la que yo pensaba que tendría más fuerza, fue la que se puso más nerviosa, claro, también es cierto que con la mano quebrada cualquiera se pone así. Nadie es “normal” en estas situaciones.
Cuando volví a mi casa mi papá nos recetó té de tilo y flores de bach para calmarnos. Una vez que mis últimos dos amigos se fueron de mi casa, me dijo algo que me marcó, aún más que la experiencia. Me dijo “no vamos a entrar en este acuerdo, no vamos a aceptar que en esta familia pasen estas cosas, no vas a asumir que te van a seguir pasando”.
Y así ha sido.
El salado carro de Adri... yo desde escuchar de la odisea no he subido a las montañas de Heredia sin acordarme de ustedes y toda la historia.
ResponderEliminarTiroteos en la Amargura, secuestros, asaltos a mano armada. Y lo único que responden los dirigentes es que "es peor en otras partes".
Quién sabe adonde vamos a llegar... cada vez es peor.
ResponderEliminarNo imagino lo que debe sentirse estando en una situación de esas, pero tenés toda la razón, el ser humano actúa de formas sorprendentes cuando se encuentra en circunstancias extremas.
Saludos!
wow, D.D...
ResponderEliminary todavía me dices en un comment "hay que ver las cosas que te pasan a ti?" jaja...
ya ves? cosas raras le pasan a cualquiera... a mi nunca ma han asaltado, mucho menos secuestrado, solo puedo imaginar el horror que sintieron tu y tus amigos... espero que ya lo hayan dejado muy, pero muuy atras...
saludos...
Tremendo susto. Es una desgracia que no podamos estar tranquilos en ninguna parte y que nuestro país esté perdiendo esa paz no solo por la gente que anda buscando hacer daño, sino porque las autoridades que se supone nos tienen que proteger dan pena y su presencia es poca.
ResponderEliminar...Ese día yo iba a ir con ustedes, pero a última hora me dio pereza salir de la casa...cuando Andrea me llamó y me contó casi me muero!!!
ResponderEliminarY por supuesto, jamás volví de noche a esos parajes (lástima, tan bonito que era ver las estrellas con una birrilla en la mano!)
:O
ResponderEliminarQué historiaaa, como para una peli, si.
Me alegro que ahora puedas reirte de ello.
Un besoooo
MEDEA: ahora tengo curiosidad de saber quién sos, jeje...
ResponderEliminarFLORIELLA: supongo que lo sorprendente a veces es para mal, pero en otros casos ayuda.
CLAUDE: jajajajajaj, tenés razón, lo que pasa es que esta es una de esas historias que se me olvidan, las recuerdo en momentos puntuales como este, pero nada más :-)
ROMERIX: yo creo que como dijo MAURICIO en el post de arriba, hay tantas causas para estas cosas que es todavía más desesperante, yo no creo que haya soluciones fáciles :-$
ResponderEliminarMURASAKI: menos mal que no estabas, pero te juro que habría sido interesante verte reaccionar, me pregunto si ya directamente los hubieras mandado a la m... o si te hubieras quedado serena o qué........ pero bueno, mejor no enterarnos
AKANE: ahora me río. Fijate que una vez la conté en una mesa con amigos y me dio mal de risa, nadie podía entender de qué me estaba riendo. Creo que es además después de un tiempo pasa a ser un poco irreal.
uyyy la historia se ve atroz en la pantalla. Imagino lo que deben haber pasado. ¿cómo ponerle atajo a la violencia? ese es el punto.
ResponderEliminarMARY ROGERS. fue un sustazo, pero yo doy gracias porque no fue peor, digo, salimos prácticamente ilesos todos.
ResponderEliminar