sábado, diciembre 31, 2016

Bye bye, 2016

Este año empezó con rudeza de huracán. Llegué al 1 de enero con un bebé pequeño (al que no sabía aún "manejar"), una depresión post-parto marca diablo (que me costó meses, terapias y esfuerzos dejar atrás), con mis padres yéndose (tras un par de meses de acompañarnos y apoyarnos). Perdida, desesperanzada, con más pesares y dudas que ilusiones.

Ser madre me ha enseñado cosas duras, como que algunos amigos se alejan, sin motivo aparente ni explicaciones. De repente hay personas que pensabas que serían incondicionales, que serían el poste donde las amarras jamás se aflojarían, el ancla en el tsunami, hay personas -decía- que piensas que serán tu sitio de refugio y que dejan de estar ahí. Hice las paces con la idea (me costó mucho, lo confieso) aunque sentí muchas veces que en vez de corazón tenía un estropajo. No es que no les eche de menos, es que si están me alegro y si no, "apechugo" yo conmigo misma.

Cuando empezaba a levantar cabeza y el huracán amainó y pasó a tormenta tropical... murió mi suegro. Esto ha traído una larga cola de gestiones y emociones que seguimos intentando acomodar en algún sitio. Mi suegro y yo sintonizábamos mucho, a él le encantaba mi sentido de humor y a mí el suyo. Lo extraño y me duele ver cuánto se le extraña en su entorno cercano.

Cuando empezábamos a levantar cabeza se sucedieron otras cuantas muertes. Muertes cercanas, de las reales. De hecho entiendo que haya gente que se "queje" de la muerte de grandes iconos como Gene Wilder, o David Bowie, o Carrie Fisher o Leonard Cohen o Prince o Umberto Eco o Juan Gabriel o Mohamed Alí... pero claro, entendámonos: me es absolutamente indiferente que se muera una figura pública mundial si lo que me duele es el amigo de mis padres que era como mi tío.



Pero también ha sido un año bonito: tengo a mi señor marido, fiel y constante como pocos. Tengo a mis padres cercanos a pesar de la distancia, a mi hermana a un whatsapp de distancia y a un hijo divertido, grandote, que me llena de besos y me hace reír. Gracias a él he entendido un tipo de amor que no se parece a nada más. Aunque sone tópico y a mí me diera rabia que me lo dijeran antes de ser madre es así... hay una manera de amar que no se entiende, no se conoce, no se siente hasta que se tiene un hijo amado. Hay cosas que no se saben, que no se viven y que no se comprenden si no es por la responsabilidad de ser madre. Por él he aprendido a sonreír siempre que se puede y hago mi mejor esfuerzo por ser la mejor versión de mí misma posible. ¡Salud por mi familia!

Y si bien hubo amigos que desaparecieron, hay algunas otras personas maravillosas que se mantuvieron firmes, aguantando el peso de lo que antes estaba apoyado en varios pilotes, que me sostuvieron aún en la distancia, con amor profundo y generosidad absoluta. Y encontré algunas nuevas amistades, gente preciosa que me entiende desde este otro lugar en el que me encuentro. Brindo por eso y lo agradezco profundamente.

El 2016 fue el año en que me atreví a pedir teléfonos para ver si la simpatía cuajaba como amistad. Y fue el año en que empecé un posgrado al que voy sobreviviendo a pesar de jornadas de trabajo de 6 y 8 horas, un bebé y el intento de tener algo de "vida". Me encanta estudiar y he descubierto un campo que me apasiona. Bien por las aulas (en este caso virtuales), que siempre me retan y me llenan.

Y fue el año en que me he reencontrado con el teatro. He hecho las pases con los "gajes del oficio" que hacen que las cosas no siempre vayan como yo quisiera, me he dado cuenta de que tengo mucho que aprender aún y que siempre siempre siempre se puede agradecer lo bonito y dejar ir lo complicado. Y sobre todo he aprendido que por encima de la profesión está la vida, y por encima del ego está el amor y las sonrisas.

Así, aunque este año ha sido bastante cabrón conmigo, lo dejo ir con gracia y sin rencores. Es como una mala relación de pareja: te hace padecer, te cuesta aceptarla... pero te genera un alivio tremendo cuando se acaba. Y como he sido con mis relaciones de pareja acabadas, agradezco profundamente lo aprendido, el encuentro conmigo misma y olvido lo malo, porque en el fondo es lo menos importante en esta vida.

Puede que no haya pasado el aguacero, pero me conformo con saber que he encontrado un buen paraguas.










jueves, diciembre 22, 2016

Retomando

Tras muchos meses... muchos... de silencio en el blog, intentaré volver. Hace falta esto de tener un espacio de libertad escrita. Claro que con los cambios en mi vida de los últimos meses, la cosa a veces parece complicarse, pero el peor intento es el que no se hace.

De vuelta.

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