He ido a muchas bodas… y queda mal
que lo diga yo, pero ninguna como la mía. Tenía un objetivo, que era pasármelo
genial. Así, bailé sin parar, hice el tonto, payaseé, bebí whisky…
Creo que esa es la historia que más
gracia me hace. Dos horas después de empezada la fiesta llamo al camarero a la
mesa. Viene y empieza el diálogo más surrealista del mundo.
YO: Me pones otro whisky con hielo,
por favor.
CAMARERO: Ay, mi amor, le quedo mal…
su mamá mandó a cerrar la barra.
Cara de póker. Pienso que no me ha
entendido.
YO: Pero… es que quiero otro whisky.
CAMARERO: Su mamá nos lo tiene
prohibido.
A todo esto hay que explicar que
había dos personas que estaban al borde de la intoxicación. Una de ellas casi
acaba con la cabeza abierta en dos, de ciega que iba, al intentar sujetarse a
una columna.
YO: Ya… pero… es que…
CAMARERO: Lo siento.
YO: Pero ¿ves el vestido que llevo,
no?
CAMARERO: Sí, pero no puedo.
YO: ¿En serio?
CAMARERO: Vaya pídale permiso a su
mamá.
No me lo puedo creer pero conozco a
mi madre, así que me recojo la cola y voy hasta donde está. Tengo que pedirle permiso.
YO: Ma, le pedí un
whisky al camarero y no me lo quiso poner.
MI MADRE: Ah no, es que la barra
está cerrada.
YO: ¿Ma?
MI MADRE: Vea a Fulano… y a
Fulanita, es que no puede ser.
YO: ¡Ma!
MI MADRE: No.
YO: ¡Ma, es mi boda!
Mi madre piensa unos segundos.
MI MADRE: Bueno, pero sólo a usted.
Vuelvo donde el camarero. Para
cuando vuelvo llevo detrás a unos cinco amigos que se han dado cuenta de lo que
pasa y esperan el veredicto.
YO: Dice mi mamá que me puede servir
el whisky.
El camarero mira por encima de mi
hombro, me giro y veo que mi madre asiente con la cabeza. Entonces y sólo
entonces se mete detrás de la barra.
Al rato mi madre afloja o el
camarero pierde la paciencia con tanta gente pidiendo alcohol. En todo caso me
hace gracia porque esa es mi madre: la que consigue que le nieguen una copa a
la novia. Jajaja. La fiesta sigue, cuando llegan el tequila y los disfraces no
hay nadie sentado. Años después aún miro las fotos y sonrío.
Recuerdo a mi amada madrina (Cata) y
a mi amada testigo (María José) pendientes de mí a cada segundo, pero también
disfrutando conmigo. De los 45 minutos que nos pasamos metidas en el lavabo,
ellas intentando recogerme la cola del vestido para que pudiera bailar sin
pisármela y una prima de Fernan a la que no conocía (y no hablaba español) mirándome mientras yo pensaba que se había colado. A Fernando arrugando la nariz por el tequila y con una peluca de
afro. A los primos noruegos que no entendían las prisas para comer hasta que se
dieron cuenta de que en Costa Rica lo importante en una boda es bailar. A los
primos catalanes inventándose juegos de llaveros. A mi familia, tan grande y
tan sonriente. Y al montón de amigos que aún conservaba y que fueron parte.
Me casé de blanco. Con velo. Por la
iglesia. Hoy me parece ficción, pero de la buena y bonita.
Y aquí abajo está el texto original
que escribí sobre la boda unos días después, en el 2007.
El sábado 18 de agosto me desperté temprano, desayuné con mis papás y mis suegros… sin
Fernan porque lo echamos de la casa desde el día anterior. Arreglé algunos
detalles que habían quedado sin resolver y a la 1 p.m. fuimos donde la
maquillista, estuvimos ahí hasta las 4 de la tarde. Al regresar a casa me peiné –realmente
fue sencillísimo porque mis rizos son amigables –y me serví el primer
whisky. Para cuando llegó Julia Ardón a empezar a hacerme fotos, como a las
4 y media, ya iba por el segundo.
A las 6 menos cinco salimos de casa… siete minutos después entré en la iglesia, caminé la mitad del pasillo sola y mis papás me esperaron a medio camino. No podía parar de sonreír, confieso que un 10% eran nervios, pero el resto pura felicidad.
El sacerdote hizo una misa muy
bonita y natural. Como notas curiosas cuento que mi amiga Cata, la
madrina, tuvo problemas serios para abrir el cofrecito con las arras, la pobre…
incluso salieron volando algunas. Tras los votos, el mejor amigo de Fernan y
padrino de bodas, Ben, cantó “Here there and everywhere” de The
Beatles. Tras las fotos en la iglesia salimos rapidísimo para el sitio de la
fiesta. Allí nos esperaban muchas sorpresas hermosas, canciones, un brindis
lindísimo a cargo de mi padre. Luego empezó el fiestón. Bailamos,
brincamos, tomamos tequilas…
Después
siguió la fiesta, tiré el bouquet, Fernan la liga… más tequilas, más grupo
tocando… realmente genial. Hasta los menos animados acabaron bailoteando, hasta
el más serio se subió en la tarima a entonar alguna canción con el grupo.
En todo caso, todos los
comentarios sobre la boda han sido geniales… dicen por ahí que es de las bodas más bonitas
que nadie haya visto y que el amor y el cariño se sentía correr. Yo lo sentí toda la noche, eso lo puedo
asegurar, de ahí que en mi caso las lágrimas fueron muy tímidas; como le dije a
una de mis tías: yo estaba tan pero tan feliz, realizada y extasiada que me
sentía por encima de las lágrimas.
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