2012-2013
Diciembre del 2011. Acabo la
última revisión de “Está linda la mar”, el texto con el que me graduaré del
Institut. Tengo en mi cabeza un equipo. Busco a la gente y algunas de estas
personas me dicen que sí, pero otras no se suben al carro.
Me paso unos cuantos días
pensando en el resto del grupo. Y de este equipo que pienso, me resulta
necesario al repasar estos diez años hablar de cómo conocí a cinco de las
personas que más quiero y necesito.
De mis amores de la compañía
tengo a Marta, mi pelirroja hermosa, que empieza por hacerme de ayudante de
dirección y acaba de actriz. Marta es de las personas que más admiro en el
mundo. Hace. Siempre hace. A veces más de la cuenta. Cree en mí, confía, me
cuida. Mi Janis Joplin, mi Carmen, mi Roig, mi Bubu, mi Doors, mi Laura, mi
Júlia. Cada personaje que le he escrito lleva un poquito del amor que le profeso, que es mucho, pero lo estoy rindiendo porque planeo pasarme media vida inventándole gente que interpretar.
Nunca estoy segura de demostrarle suficiente lo importante que es ver su cabeza pelirroja cuantas veces se pueda, pero dejo constancia: es mi amiga, es la veterana del equipo, y es la puta
ama. Yo soy la jefa, sí, pero ella es la puta ama.
Pienso en la rubia. Primero
la miro en la cafetería y recuerdo el día que la vi en el ascensor. Le dije buenos días, ella a cambio bajó la mirada y no dijo nada de nada. En serio, no respondió. Ella dice que fue timidez, yo digo que es igual... como mínimo fue imposible olvidarla. Tres años después la vigilaba a distancia, temerosa
de que pensara que me gustaba o algo, jajajaja. Sin habernos dicho ni hola le
pedí a Meri ser la protagonista de “Está linda la mar”, sin haber hablado nunca me
dice que sí. Un salto de fe. Gracias a eso ha pasado a ser una de las
protagonistas de mi vida. Un salto de fe que me ha hecho muy feliz. Mi Zoe, mi Loira, mi Drew (Barrymore), mi Susi Su, mi
Voz, mi Andrea. Sin ti nunca habría aceptado a la rubia que hay en mí. Y sin
ti, sin ti mi vida sería infinitamente menos bonita. Gracias preciosita por estar siempre, incondicionalmente, con una sonrisa o un regaño, por hacerme reír, por tu luz. You’re sexy and you know
it. Bo-Ni-Ta.
Gracias a Salva (ese grande
amor) conozco a otro Salvador. Tengo dos salvadores en mi vida, tengo mucha
suerte. Me habla de un chico de Mallorca que tal vez me venga bien para la
obra. No sé su nombre, pero en cuanto me lo dice y -como directora modernilla- le envío un mensaje. Le propongo el proyecto y al
conocerlo me doy cuenta de que le he propuesto algo más: ser parte de mi vida.
Vador es de las personas que te curan con un abrazo, pero luego te regalan otro para hacerte más feliz, que te miran y te dicen
todo, que te miran y lo entienden todo, que te escuchan sin cansarse y que
luego te hacen ponerte manos a la obra. Gracias por tu constancia, por tu integridad, por ser consecuente, por el amor que irradias y pones en lo que haces, en el trabajo y en la vida. No puedo decir mucho más porque no sería suficiente. Mi Luis, mi J.C., mi Thomas, mi Reller,
mi Lluc, mi Joan. Saps que “sóc aquí, siempre”.
Y entonces llega Cata.
Finalmente construye una patera y cruza el Atlántico, como me prometió que lo
haría (en el 2004). Llega y me trae un pedacito de ese otro lugar que es mío
sin ya serlo. Cata es mi hermana y como tal me conoce como nadie. Tenemos historia, es bonito mantener en mi vida alguien que sabe qué hacía y por dónde andaba y quien era hace quince años. Cata es a veces la menor, a vecer la mayor. Me obliga a
comer miel sin chistar, me hace reír, me hace pensar en unicornios rosas que
lanzan rayos lilas. La veo y pienso en ser mejor persona, si eso no es de las cosas más bonitas del mundo que baje Dios y lo vea. Mi Latina, mi M (¿¿¿o eras A???), mi Cotard, mi Brunette, mi Julissa, mi María. Descubro con ella que el amor es eterno, este tipo de amor
lo es, porque a esta mujer la amo. ¿Sabés que un rollo de papel higiénico me cambió la vida? Gracias,
gracias, gracias.
Con ellos he aprendido tanto que no me alcanzará la vida para medirlo. Son gente que quiero, admiro, respeto, con quienes río, lloro, me voy de fiesta, trabajo. Que se muestran, en todas sus facetas, que te dan la llave de su vida, son el paracaídas abierto con el que siempre confío en lanzarme al precipicio si hace falta. Son un pilar en mi vida.
Esos dos años marcan
también el perder. Perder gente, amigos, vínculos, perder los estribos, la
confianza, perder el norte. Siempre he dicho que el estar lejos es mover un
colador: queda la gente y el recuerdo de aquello que no es negociable, pero que
es mínimo. Sacudes el colador con gente y sólo quedan, colgados entre las redes, los tozudos que se sujetan y que aguantan el zarandeo, esos a los que les va la caña. Sólo los insistentes (recuerdos, personas, vivencias) sobreviven. Y
eso está bien. Agradezco el colador: cuando el barco
hace aguas es fácil saltar. Y hay un grupo de valientes que nunca salta, sacan agua contigo y acaban por salvar el barco, cada vez. Tengo
pocos amigos, pero son las mejores amarras del mundo. Y eso, señoras y señores, es tener suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario