Tres veces pasé por urgencias, incluyendo una exótica visita a un hospital noruego y otra a uno costarricense. Tuve que regresar a casa en medio de clases porque no podía más. Todo me caía pesado al comer, y cuando digo todo es todo menos el agua. Ante mis múltiples consultas los doctores acababan rascándose la cabeza porque el nivel de infección que presentaba era demasiado alto para tratarse de una gastroenteritis pero un pelín bajo para apendicitis. Más de una vez surgió la duda de si aquello acabaría en operación, pero sin saber operación de qué. Tras cada susto tocó suero, dieta blanda y a casa sin que nadie pudiera decirme lo que me pasaba hasta la próxima vez.
Sobra decir que la angustia que me generó tampoco ayudaba mucho. Cuestión que me puse a hacer eso tan malo de buscar en internet y acabé haciéndome la prueba de intolerancias... A partir de ahí cambié la dieta y mejoré y cuando recaigo en hábitos pasados vuelven la dolencias.
El propósito de este post no es quejarme sino intentar echar una mano a los intolerantes del mundo... porque uno creería que los síntomas son claros pero es justamente lo contrario, se trata de una dolencia ambigua donde las haya.
Listo los síntomas. Una cosa importante a saber es uno no suele pensar que estén relacionados entre sí y además pueden aparecer hasta unos tres días después de haber ingerido el alimento, por eso cuesta tanto pillar qué pasa y permanecen el tiempo que les da la gana, de hecho yo estuve un mes seguido fatal, sin dar con el motivo:
- Rinitis, asma, sinusitis
- Dolor de cabeza parecido a la migraña, mareos (incluso sensación de vértigo)
- Calambres, debilidad y dolores musculares, dolor en articulaciones
- Náuseas, vómito, diarrea, estreñimiento, gases, náuseas, cólicos, estómago hinchado, retención de líquidos, sensación de tener el estómago "sucio" o de haber comido demasiado, aún sin que sea el caso
- Ansiedad, fatiga, depresión
- Erupciones en la piel
Como pueden ver, es tan amplio el cuadro que uno pasa por revisarse cualquier cosa y puede no acertar. Según leí por ahí, se calcula que un 40% de la población tiene algún tipo de intolerancia, aunque viva con ella y la aguante.
Claramente tener un diagnóstico es de gran ayuda, pero también se convierte en un compromiso fuerte. Entre el Vikingo y yo hacemos un festín... combinando las restricciones de ambos, en mi casa no se debe tomar leche ni quesos de vaca, ni de oveja, ni de cabra. No trigo. No trigo de sémola dura. No cuscús, avena, centeno, cebada, malta, espelta. No cacahuetes, avellanas, almendras. No guisantes, judías rojas ni calabaza. No soja. No huevos. No canela. No almejas, ni cangrejo. Y seguro que me dejo algo.
Lo tremendo de esto es que les reto a coger un paquete de... jamón dulce, por ejemplo. Le agregan soja como potenciador de sabor, trigo y leche para la textura. Así con decenas y decenas de productos que no deberían tener esas otras cosas, pero que han sido modificados hasta la náusea para saciar nuestro paladar cada vez más artificial.
¿Complicado? Claro.
Pero más complicado fue pasarme dos años enferma, os lo digo ya.
Pues eso... a veces vale la pena invertir en lo que el seguro médico público y privado no paga.
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