Teníamos pensado subir una montaña ruda y salvaje, un poco porque tenía su gracia y otro poco porque el chico de la oficina de turismo como que nos subvaloró. La cosa es que nos levantamos, fuimos a buscar un café y... la ruta de la marmota quedó relegada a un segundísimo plano.
Llegamos a Barruera al mismo café del día anterior pero héte tú que estaba llenísimo de coches. Cuando por fin conseguimos aparcar, descubrimos una serie de puestitos en la acera, desde miel y mermeladas hasta magdalenas de chocolate y nueces... pasando por inciensos, bufandas, campanas para vacas y cabras. Resulta que una vez al año hacen una feria y nos tocó presenciarla.
El punto álgido de la mañana fue ver a un montón de señores y señoras mayores bailando con pañuelos. Luego sin pañuelos. Las señoras bailaban entre ellas así que nos pusimos a hacerles competencia. Vimos gente, compramos un par de cosillas, caminamos por ahí. Puedo jurar y no me da miedo equivocarme, que éramos las únicas no nativas. Nosotras y un mexicano que nos habló de su gran amor perdido, a quien le escribió una carta que pone a leer a todos sus amigos.
Cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde para el recorrido de cinco horas que pretendíamos hacer y, como nos dejamos fluir, decidimos ir a conocer los pueblitos cercanos: Boí, Taüll, Pla de l'Ermita.
La tarde se nos fue recorriendo calles empedradas y luego viendo las nubes, sentadas en una montaña que casi parecía el último pico antes del cielo. Segundo día redondo, sí señora.
luego dirán que les duele la espalda!!
ResponderEliminarjajaja, se lo estaban pasando genial
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